En la Casa Real hay preocupación, y mucha. Miguel Urdangarin, el hijo más discreto de la infanta Cristina y de Iñaki Urdangarin, ha pasado de ser el más prudente de los nietos del rey emérito a protagonizar titulares por motivos poco ejemplares. Lo que comenzó como una simple afición, se ha convertido en un serio problema: las deudas de juego que ha contraído le obligan a hacer frente a pagos mensuales elevados que no sabe cómo cubrir.

Cristina siempre ha intentado mantenerlo lejos del foco mediático. Lo consiguió durante años. Mientras sus hermanos Pablo y Juan hacían vida social, y era de los que más se hablaba, Miguel se refugiaba en los estudios. Terminó Ciencias del Mar en Oxford, con notas brillantes, pero ahí se quedó todo. Tras unas prácticas en el extranjero, abandonó cualquier propósito profesional. Dijo que necesitaba un descanso. Años después, sigue descansando.
Intentó reinventarse. Se apuntó a un curso para ser monitor de esquí, un sueño que se truncó tras una lesión leve. Desde entonces, ninguna ocupación estable. Lo que sí tiene es tiempo libre, y lo dedica a lo que más le gusta: salir, viajar y jugar. En los últimos meses ha empezado a participar en timbas de póker con amigos, algunos con bolsillos más generosos que el suyo. No siempre gana. Casi nunca, de hecho.
Miguel Urdangarin pone en serio peligro a la corona
Actualmente vive en el Palacio de la Zarzuela con la reina Sofía. La abuela, que siempre ha tenido debilidad por él, le abrió las puertas para que se instalara una temporada. Pero esa “temporada” se ha alargado demasiado. Felipe VI y la reina Letizia no están contentos. Dicen que el joven organiza fiestas, entra y sale de madrugada, y que en más de una ocasión ha traído a su pareja, Olympia, y a varios amigos a dormir allí. Todo, sin avisar.
Las alarmas han saltado. No solo por el descontrol, sino por las deudas. Miguel recibe una ayuda mensual de su abuelo, el rey Juan Carlos, que ronda los 10.000 euros. Pero ese dinero ya no alcanza. Los pagos del juego le superan, y hay quien teme que acabe pidiendo más. En Zarzuela se habla de “un nuevo Froilán”. El chico educado y reservado se ha transformado en el nuevo dolor de cabeza de la familia real. Y esta vez, no parece que nadie sepa cómo frenarlo.
