Desde su primer encuentro en la Feria de Abril de Sevilla en 1999, Máxima Zorreguieta y el rey Guillermo Alejandro de los Países Bajos han sido una pareja inseparable. A lo largo de más de dos décadas de matrimonio y con tres hijas, han construido una relación sólida y exitosa como monarcas. A pesar de sus orígenes geográficamente distantes, él en Utrecht, Países Bajos, y ella en Buenos Aires, Argentina, el destino pareció conspirar para unir sus caminos en ese encuentro fortuito.

Un pasado de ambición desmedida

No obstante, detrás de sus logros, el pasado de Máxima en Argentina ha sido objeto de controversia y discusión. Antes de su ingreso a la realeza holandesa, Máxima fue percibida en su país natal como alguien en búsqueda de riqueza y poder, tachada incluso de "cazafortunas" y considerada una mujer ambiciosa. Esta percepción, arraigada en la memoria colectiva, sigue siendo parte de la narrativa que rodea a la reina consorte de los Países Bajos hasta el día de hoy.

Según detalles revelados por Rodolfo Vera Calderón, coautor del libro "Máxima, construcción de una reina", la historia de Máxima está marcada por una ambición desmedida desde su juventud. Desde temprana edad, la argentina expresaba su deseo de casarse con un noble, un anhelo que la llevó a atravesar diversas desilusiones amorosas en su búsqueda del compañero perfecto.

Vera Calderón relata cómo, tras relaciones que no llegaron a fructificar con Tiziano Iachetti, su novio del instituto, y el chef Max Casá, Máxima incursionó en nuevos círculos sociales, donde conoció a Federico de Alzaga, un aristócrata argentino. Calderón describe cómo Máxima se sumergió en la auténtica alta sociedad argentina, conociendo de cerca sus códigos y costumbres. Aunque su vínculo inicialmente comenzó como una amistad, con el tiempo evolucionó hacia una relación amorosa más profunda. Máxima, ilusionada, llegó a considerar que había encontrado al compañero perfecto para el matrimonio. Según Calderón, siempre tuvo debilidad por los hombres atractivos y con influencia social, y Federico cumplía con ambos criterios. Además, el hecho de que Federico descendiera de la distinguida familia Alzaga lo convertía en un partido muy prometedor a los ojos de la futura reina de los Países Bajos.

La búsqueda del marido perfecto

Después de esperar en vano a que Federico de Alzaga le pidiera matrimonio, Máxima Zorreguieta tomó una decisión radical: se dirigió a Nueva York, cambiando por completo el rumbo de su vida y sumergiéndose en los círculos de élite financiera de la Gran Manzana. En este nuevo entorno, estableció relaciones con millonarios y miembros de la realeza, incluyendo herederos de fortunas latinoamericanas y miembros de la familia real de Liechtenstein. Durante su estancia en Nueva York, Máxima también conoció a Orlando Muyshondt, un aristócrata salvadoreño, con quien entabló una relación amorosa. Sin embargo, esta historia de amor no perduró, marcando otro capítulo fallido en la vida sentimental de Máxima.

Después de su breve relación con Muyshondt, Máxima Zorreguieta seguía dispuesta a explorar otro romance, esta vez con un noble británico llamado Christopher. Sin embargo, pronto quedó claro que Christopher también sería solo una figura pasajera en su vida amorosa. Ante esta situación, Máxima decidió cambiar de enfoque y buscar nuevas oportunidades en el ámbito matrimonial. Fue entonces cuando, por intercesión de una amiga en común, se cruzó en su camino con el entonces príncipe Guillermo de los Países Bajos, lo que marcó el comienzo de una relación que eventualmente la llevaría al trono neerlandés.