A Juan Carlos I le persigue una extraña maldición. El pasado domingo 14 de mayo se cumplieron 61 años de la boda entre el emérito y la reina Sofía en Atenas. El enlace matrimonial es conocido por todos, se cuenta que fue un absoluto desastre. La noche de bodas no fue mucho mejor. La celebraron a bordo de un velero de sueño, el Creole, una impresionante y lujosa goleta propiedad del multimillonario armador heleno Stavros Niarchos, donde transcurrió la primera parte de su luna de miel, con una duración total de seis meses. Con la embarcación navegaron hasta Spetsopoula, la isla privada del magnate, seguidamente hicieron escalas en Corfú, Italia, Estoril, Mónaco y España.

También visitaron La India, Tailandia, Filipinas, Japón y, finalmente, Estados Unidos, con escalas en Hawai, California, Los Ángeles y Washington donde les recibió el presidente Kennedy en la Casa Blanca.

boda juan carlos y sofía
boda juan carlos y sofía

La boda fue un desastre, pero la noche no fue mucho mejor. Se cree que no mantuvieron relaciones íntimas para celebrar la unión como manda la tradición. Y eso que al barco no le faltaba ningún tipo de detalle. Un camarote tapizado con moqueta blanca y alfombrillas de ciervo. Juan Carlos se rompió la clavícula unos días antes de pasar por el altar practicando kárate con su cuñado Constantino. Tenía el brazo escayolado, pero se la quitó para la boda. El yeso estaba tan pegado que se lo tuvieron que arrancar a trozos provocándole un gran dolor.

Tampoco les ayudó pasar seis meses a bordo del conocido Creole, y eso que Onassis les ofreció navegar a bordo del lujoso yate Christian. El barco en cuestión cuenta con una maldición. El velero más bello del mundo, con una tripulación de 16 miembros, chef italiano incluido, con una cabida para 11 personas en sus seis camarotes.

Nadie ha tenido suerte con el velero en el que sucedían asesinatos 

Alexander Smith Cochran, su primer armador, quiso navegar en él antes de morir, ya que sufría tuberculosis. Necesitó tres intentos para romper una botella de champán contra su casco, algo de mal augurio. Y sus altos mástiles provocaron en el millonario vértigo, así que no pudo navegar mucho más.

Creole EFE
Creole EFE

Posteriormente lo adquirió Maurice Pope, pero lo vendió a un noble británico que se lo interceptaron en la II Guerra Mundial para usarlo como desactivado de minas en la costa escocesa. Perdió los mástiles y quedó varado hasta que un armador griego lo restauró.

En 1970, la esposa del armador, Eugenia Livanos, falleció a bordo en extrañas circunstancias. La versión oficial mantiene que fue por sobredosis de barbitúricos, aunque pesaron sospechas de asesinato.

Creole en Mallorca EFE
Creole en Mallorca EFE

Se vendió y se utilizó como buque escuela, incluso para la rehabilitación de jóvenes con adicciones. Maurizio Gucci lo compró años más tarde y lo volvió a restaurar. Invirtió una importante fortuna. Gucci también murió asesinado a manos de un sicario contratado por su expareja.

Actualmente la propietaria es una de las hijas de Maurizio. Lo preserva en honor a su padre. Se encuentra amarrado en las baleares y se puede alquilar, aunque solo es apto para unos pocos bolsillos. El precio ronda los 250.000 euros semanales.