La imagen de una Familia Real cohesionada, sonriente y entregada a la representación de la Corona, sigue siendo una prioridad para la Casa Real española, pero la realidad entre Felipe VI y la reina Letizia dista mucho de esa postal ideal. Durante su reciente visita a Canarias, los Reyes cumplieron rigurosamente con la agenda oficial, pero lo que llamó poderosamente la atención fue una decisión logística que no ha pasado desapercibida: Zarzuela pidió habitaciones separadas para los monarcas. No fue por razones de protocolo ni de seguridad, sino por una ruptura emocional que ya no pueden —ni quieren— ocultar.
Al finalizar sus compromisos en La Palma y Santa Cruz de Tenerife, Felipe VI emprendió el regreso a Madrid. Letizia, en cambio, tomó otro rumbo. No volvió con su esposo, ni se alojó junto a él durante la estancia en las islas. La estrategia parece clara: mantener la fachada ante el pueblo, pero vivir vidas paralelas una vez que se apagan los focos. Una fórmula gélida que confirma lo que muchos expertos, como Pilar Eyre, han definido con contundencia: “no son un matrimonio, son un equipo de trabajo”.
Letizia y Felipe VI ya no conviven: el matrimonio se limita a los actos públicos
La decisión de no compartir habitación en su última gira no es un hecho aislado. Desde hace más de una década, la convivencia entre Felipe y Letizia está rota, aunque se mantiene el vínculo institucional para sostener el relato de una monarquía estable. Las fuentes próximas a Zarzuela aseguran que el rey reside mayormente en el Pabellón del Príncipe, mientras Letizia ocupa otra ala de la residencia real, sin contacto más allá del estrictamente necesario.
Las ausencias conjuntas durante los fines de semana son constantes. Cada uno tiene su propia agenda privada, y sus vidas transcurren en universos separados. Ni escapadas familiares, ni cenas en común. Solo coinciden —y se toleran— en eventos oficiales donde la sonrisa es una obligación más. Este patrón se repite incluso en sus desplazamientos al extranjero, donde se ha solicitado en varias ocasiones que ni siquiera se alojen en la misma planta de los hoteles.
El aburrimiento de Felipe VI y la huida emocional de Letizia
Según filtraciones internas, el rey Felipe se siente “aburrido” con Letizia, atrapado en una dinámica emocional estéril. Las conversaciones privadas son escasas, el afecto ha desaparecido y la tensión es tan palpable que, incluso fuera de cámara, sus interacciones se han vuelto gélidas. Letizia, por su parte, encuentra refugio en su rutina independiente, construida con esmero desde el escándalo de su supuesta relación con Jaime del Burgo, un capítulo que dejó una profunda cicatriz en su matrimonio.
El viaje a Canarias solo fue una muestra más de esta coreografía helada. Mientras los Reyes saludaban juntos durante el Día de las Fuerzas Armadas en Santa Cruz de Tenerife, el distanciamiento era evidente para los que los observan de cerca. La reina ni siquiera se molestó en regresar con su esposo a Madrid, eligiendo otro destino para continuar su camino en solitario. Así, Letizia y Felipe VI ya no comparten cama, ni viajes, ni fines de semana. Solo comparten la carga de una Corona que pesa más que nunca. Y mientras el pueblo observa con incredulidad, en Zarzuela se perfecciona cada vez más el arte de aparentar lo que ya no existe.