Una de las noticias relacionadas con la casa real que más ha sorprendido en las últimas semanas ha sido la dimisión de María Dolores Ocaña, abogada con trayectoria brillante y hasta hace poco secretaria personal de la reina Letizia. Era su brazo derecho. Sin embargo, abandonó Zarzuela tras solo catorce meses. Lo hizo sin ruedas de prensa ni gestos de despedida. Solo un comunicado frío que aludía a "motivos familiares sobrevenidos". Nadie lo creyó. Y aunque no hay otra versión oficial, muchas fuentes expertas en la monarquía han puesto sobre la mesa algunos aspectos que habrían sido el motivo de su dimisión.
Todo comenzó con una relación profesional de aparente complicidad y confianza mutua. Pero esa sintonía se fue deteriorando cuando las demandas de Letizia superaron lo razonable.

Letizia acabó con la paciencia de María Dolores Ocaña y su familia
Según afirman los expertos Joaquín Abad y Javier Bleda en una conversación en el canal de Youtube de la experta Laura Rodríguez, Ocaña no solo debía encargarse de la agenda, la representación y los detalles logísticos, sino también de cubrir discretamente aspectos mucho más delicados. "Tapar las infidelidades" de Letizia, dicen estas fuentes, “que no eran pocas”. “Llevaba una vida demasiado promiscua”, añaden. Y eso, para una mujer de profundas convicciones religiosas, resultaba incompatible con sus principios. La tensión fue creciendo hasta desembocar en episodios cada vez más insostenibles.
Además, según el periodista Javier Bleda, Letizia mantenía a Ocaña en una situación de disponibilidad total, con llamadas a las cinco de la madrugada. Llamadas que, además, no eran agradables en muchas ocasiones, con gritos, reproches y hasta insultos.

Las exigencias de Letizia superaban lo razonable
El entorno de Ocaña comenzó a preocuparse. La presión era incompatible con la vida familiar, con la salud mental, con cualquier lógica. Y por respeto a su familia y la necesidad de pasar tiempo de tranquilidad con ella, Ocaña habría dicho “basta”.
Así las cosas, mientras en Zarzuela se quiere presentar su marcha como una elección personal, la realidad oculta apunta a una dimisión forzada por tener una vida ‘normal’ sin faltas de respeto constantes. Ocaña comprendió que, cerca de Letizia, no hay margen para el error, ni para las dudas, ni para tener vida propia. Solo hay espacio para la sumisión total.