La presencia de Leonor en el Club Náutico de Palma fue, para muchos, una sorpresa. Pero detrás de su visita hay más tensión de la que se muestra en las fotos. Lo cierto es que la princesa de Asturias no tenía intención de acudir. Y mucho menos de participar. Y hay una razón clara: su madre.
Fue Letizia quien frenó cualquier intento de que su hija se subiera a un velero. Aunque su padre, el rey Felipe VI, lo hubiera deseado. Aunque todo estuviera preparado. Aunque las regatas de Palma formen parte de la tradición borbónica desde hace décadas.
La reina Letizia, incómoda en los círculos del rey
La reina nunca se ha sentido cómoda en esos ambientes. La alta sociedad náutica, los posados en el pantalán, la vida pública bajo el sol del Mediterráneo. Nada de eso va con ella. Y ese rechazo personal se ha trasladado, con los años, a sus hijas.
Leonor, a sus 19 años, está en un punto complicado. Es joven. Está en formación militar. Pero también es la futura reina de España. Y todo lo que hace, o deja de hacer, tiene repercusión. Apareció en el Club Náutico, sí. Pero fue una visita simbólica. Un gesto pactado.

Estuvo apenas 15 minutos. Saludó a algunos compañeros de la Escuela Naval. Se acercó al Aifos, el barco de su padre. Se despidió con un beso. Y se fue. Sin participar. Sin quedarse. Sin implicarse realmente.
Porque esa era la condición: ir, pero no integrarse. Y esa línea la marcó Letizia. Fue ella quien dejó claro que Leonor no debía verse compitiendo, ni mucho menos mezclada con el ambiente náutico de Palma. Por imagen.
Leonor, influenciada por su madre
No es casual que Leonor llevara desde 2021 sin pisar el Club. Tres años sin aparecer por un lugar que, históricamente, ha sido centro del verano real. Ni su hermana Sofía estuvo presente. Otra señal.
Desde Zarzuela se intentó dar naturalidad a la visita. Hablaron de una “sorpresa agradable”. Pero quienes estaban allí sabían que algo fallaba. La princesa no sonreía. No parecía cómoda. Estaba de paso, cumpliendo un deber, no disfrutando del momento.
Después de seis meses de mar a bordo del Juan Sebastián Elcano y del Blas de Lezo, Leonor está agotada. Pero no es solo eso. El mar, hoy, no le inspira. Lo asocia a la obligación. Y, sobre todo, a una cultura que su madre nunca ha aprobado.

La relación entre Letizia y ciertos círculos tradicionales de la monarquía siempre ha sido tensa. Y ahora, ese rechazo se proyecta en la figura de su hija mayor. Aunque Leonor quiera decidir, aún no tiene margen.
El tiempo dirá si con los años Leonor retomará esa tradición. Pero hoy, la consigna es clara: distancia prudente. Nada de regatas. Nada de posados en bañador. Nada de vínculos con una élite a la que Letizia nunca quiso pertenecer.