A finales de septiembre, Leonor emprende una visita de tres días a la Comunidad Foral de Navarra. Sería la primera vez que pisaría la región desde que, por designio histórico, fue nombrada Princesa de Viana cuando Felipe VI ascendió al trono en 2014. Aquel título, nacido en el siglo XV y ligado al extinto Reino de Navarra, añade una capa simbólica. Pero la protagonista de esta historia no pretende quedarse en el papel de figura histórica; ella desea que su presencia sea, ante todo, actual y moderna.
Desde hace semanas, las tertulias y los titulares comentan con insistencia la complejidad de vestir a la heredera de una combinación entre tradición y juventud. Leonor ha centrado los últimos años en su formación castrense y concluirá su formación militar en la academia de San Javier en julio de 2026. Se encuentra ante una prueba de estilo que para muchos podría parecer menor, aunque para ella representa un escenario de libertad personal.
Lo que podría ser un simple asunto de vestimenta, se convirtió en una pequeña batalla dentro del núcleo más íntimo de la familia real. Letizia, con su experiencia de reina en ascenso y una trayectoria de moda que ha sabido adaptar al paso del tiempo, confía en Eva Fernández, su estilista de confianza. Eva, reconocida por su capacidad para crear siluetas sobrias que favorecen la figura y proyectan seriedad, ha llegado a convertirse en un sello de identidad de la monarca.

Leonor se enfrenta a un escenario difícil
La princesa no quiere una homogeneidad de look en la que acabe entre telas rígidas y trajes sin curva. Ella piensa en ser vista, no solo observada; en ser recordada por su presencia, su juventud y su energía, no por un espejo que la envejece de golpe.
La mujer de Felipe entiende que la imagen pública es una herramienta de cohesión y de representación. Eva, por su parte, construyó su reputación precisamente a partir de trajes que inspiran respeto y, al mismo tiempo, un toque de modernidad. Este balance entre lo clásico y lo actual había funcionado para Letizia; ahora, la tarea se complica cuando se trata de la heredera que, además, llega con una mirada que quiere dejar huella de autenticidad.
La tensión, lejos de traducirse en un enfrentamiento público, se vive en Zarzuela. La joven, poseedora de una gran belleza y una presencia natural, se ve opacada cuando la estética que se propone para ella parece tan sobria. En Navarra, donde la bandera y la historia se entrelazan, la prensa seguirá cada detalle de la planificación.
Así que la propuesta de vestuario que llega a la hermana de la infanta Sofía no es simplemente un conjunto; es una declaración de identidades. Ella quiere elegir su ropa, quiere ser partícipe de su propia proyección pública, y eso, en la práctica, significa negociar con su madre.
La prensa ya está lista para analizar cada atuendo, cada decisión, cada detalle que podría revelar la sintonía entre Leonor y la institución. Las fotografías serán escrupulosamente estudiadas y es entonces cuando descubriremos quién ganó la batalla de moda.