Instalado recientemente en la costa portuguesa, el rey emérito Juan Carlos I intenta rehacer su día a día mientras convive con una salud debilitada y la soledad impuesta por su exilio. Sus hijas, Elena y Cristina, llevaban tiempo insistiendo en la necesidad de acercarlo a España. Felipe VI, siempre firme en su distancia institucional, accedió a una solución intermedia: Portugal. Cerca, pero sin ruido.
La zona escogida no es casual. Cascáis y Estoril fueron el primer hogar de Juan Carlos tras el exilio de Alfonso XIII, y ahora, casi un siglo después, él regresa a ese mismo enclave, esta vez como una figura desplazada. Las propiedades que ha visitado allí cumplen con los requisitos: discreción, comodidad y asistencia médica inmediata.

Juan Carlos I consigue un encuentro exprés con sus nietas Leonor y Sofía
En ese contexto, Juan Carlos logró lo que llevaba tiempo esperando: ver a sus nietas. No fue en Abu Dabi, como intentó el verano pasado. Ni en Zarzuela, donde sigue vetado. Fue en Portugal, sin cámaras y sin aviso. Leonor y Sofía hicieron una escapada exprés desde Basilea, aprovechando unos días de descanso, y acudieron a la casa de su abuelo.
El encuentro duró apenas unas horas. Una mañana de conversación privada, sin protocolo ni fotografía oficial. No hubo posado ni comunicado. Nada que pudiera interpretarse como una validación institucional. Además, se quedó sin la deseada foto junto a sus nietas que le serviría para blanquear su imagen pública. Aun así, el gesto tiene valor. Porque es la primera vez que ambas hermanas acuden a ver al emérito fuera de un acto público desde que comenzó su aislamiento.

Juan Carlos I se queda son foto, pero consigue un acercamiento
Para Juan Carlos, que vive sus días entre sesiones de fisioterapia y largos silencios, fue más que suficiente. A pesar de sus limitaciones físicas, conserva una lucidez que le permite entender el peso simbólico de cada movimiento. Está a punto de publicar sus memorias y sabe que cualquier imagen, por casual que parezca, puede ser oro en el campo de la reputación pública.
Aunque la tan deseada fotografía no ha sido posible, el emérito se siente un paso más cerca de lo que más necesita: reconexión familiar. Porque aunque su figura sigue siendo incómoda para la institución, él no deja de buscar su lugar en una familia que, aunque lo mantenga a distancia, aún le abre la puerta de vez en cuando. Y si algo tiene claro, es que no quiere morir solo y apartado de la corona.