Juan de Borbón tenía claro que Juan Carlos I debía casarse con una mujer de la realeza para emparentados dos reinados. Después de varias opciones se decantó por la hija de la reina Federica, aunque él no estaba enamorado ni tenía intenciones. En aquella época el emérito mantenía una relación con Olghina de Robilant, una escritora plebeya. Estaba muy enamorado, aún así vio que no le quedaba más remedio que casarse con la reina Sofía. Pero aseguró que solo mantendría relaciones íntimas con ella para dar a luz al heredero. Sin embargo los dos primeros nacimientos fueron mujeres, Felipe VI no llegó hasta el tercer intento.

A Juan de Borbón no le quedó más remedio que tomar serias medidas con Juan Carlos I, y es que desde su mayoría de edad, el emérito ha sido un hombre muy seductor. Ha mantenido una relación con 5.000 mujeres, la mayoría de ellas prostitutas de lujo. No obstante, el emérito utilizaba sus contactos para conocer a presentadoras, actrices, modelos y cantantes. Llegó a enamorarse de Bárbara Rey, Corinna Larsen y Marta Gayà.
Juan de Borbón habló personalmente con Ángel Cristo y puso en peligro la relación de su hijo con Bárbara Rey
"Hubo una relación a tres entre Juan Carlos, Bárbara Rey y Ángel Cristo. Mientras la vedette estaba casada y vivía con Ángel, el rey emérito todavía la frecuentaba. Está todo en las memorias y mucho más. Según Ángel sí y según compañeros del circo que trabajaban con él también porque lo veían. Yo no lo digo. Venían coches oficiales al circo y se la llevaban. En alguna ocasión ha ido con la moto y ahí no eran chóferes”, comentaba María Luisa en una entrevista con Ana Rosa Quintana.
Juan de Borbón no estaba de acuerdo con esta relación. Quería hacer todo lo posible por acabar con ella. “Cuando Ángel murió le entregué a su hijo fotos del padre del rey, don Juan de Borbón y su madre en la caravana de Ángel Cristo”, reveló María Luisa. Eso significa que Juan de Borbón acudió al circo para hablar con Ángel Cristo. Su motivación: calmarlo por los engaños, en busca de que la historia no trascendiera a los medios y, de paso, evitarle problemas serios a Juan Carlos. Teniendo en cuenta que Ángel era consumidor habitual de droga y que no le faltaban armas en casa, la amenaza no era baladí.
