La infanta Cristina está atravesando uno de los momentos más delicados en lo que respecta a sus hijos, y en especial a Miguel Urdangarin. Siempre ha querido mantenerlos alejados de los focos, criarles con discreción y proyectar hacia fuera una imagen de jóvenes responsables, educados y con futuro. Sin embargo, la realidad se está volviendo cada vez más complicada, sobre todo con Miguel, que tras acabar sus estudios en Oxford no termina de encontrar un camino claro.

El joven se graduó en Ciencias del Mar y, en un primer momento, parecía que el futuro le sonreía. Consiguió unas prácticas en una empresa, pero no renovaron su contrato. Desde entonces, va de un lado a otro sin un trabajo estable ni un rumbo fijo. Algo que, según su entorno, empieza a ser un motivo de seria preocupación para su madre.
El problema ha ido a más durante este verano. Miguel ha pasado largas temporadas entre Ginebra y Zarzuela, donde vive con la reina Sofía, y su presencia ha empezado a incomodar a más de uno en palacio. La reina Letizia estaría especialmente molesta con el sobrino, al que ve demasiado instalado en la comodidad y sin una ocupación clara. Mientras tanto, Miguel intenta distraerse con planes, amigos y alguna que otra escapada, pero la sensación general es que el tiempo corre y su futuro sigue en pausa.
Juan Carlos I intenta buscar un trabajo a Miguel Urdangarin
Lo más doloroso para Cristina es ver cómo, una y otra vez, las oportunidades laborales se le escapan de las manos a su hijo. Aunque cuenta con una buena formación, el apellido Urdangarin sigue siendo una sombra difícil de esquivar. Muchas empresas, al ver quién es, prefieren evitar cualquier relación que les vincule con el caso Nóos y con la figura de Iñaki Urdangarin. Una losa que pesa demasiado sobre un joven que solo busca empezar su carrera.
Por eso, la infanta ha decidido actuar y ha pedido ayuda a su padre, el rey emérito Juan Carlos I. Confía en que él, con su amplia agenda y contactos, pueda abrirle alguna puerta a Miguel y darle esa primera oportunidad que tanto necesita. Cristina sabe que su hijo es capaz, pero teme que sin un empujón acabe perdiendo la motivación y se deje llevar por la inercia.
De momento, el futuro de Miguel sigue siendo incierto. Este verano ha dejado claro que el problema no solo no se resuelve, sino que crece con el paso del tiempo. Y Cristina, como madre, no está dispuesta a quedarse de brazos cruzados mientras su hijo se hunde en la incertidumbre.
