Hace unas semanas, el rey emérito Juan Carlos I recibió un informe médico alarmante. El ex monarca viajó de urgencia a Ginebra, donde fue sometido a una revisión y a un cambio de las pilas del marcapasos. Allí se confirmó lo que ya se temía: padece una artrosis avanzada, con inmovilidad total en su pierna izquierda, lo que lo obliga a depender de una silla de ruedas de forma permanente. Sus días como hombre activo han terminado. Hoy, se enfrenta a la realidad de ser una figura aislada, dependiente y, lo que más teme, olvidada.
Así, con 87 años y una salud gravemente deteriorada, el rey emérito se enfrenta a sus últimos años en medio de la controversia, la soledad y el rechazo institucional. Pero lejos de mantener un perfil discreto, en los últimos meses ha protagonizado movimientos sorprendentes: una demanda sin consentimiento contra Miguel Ángel Revilla, el anuncio de sus memorias con la editorial Planeta, y un nuevo conflicto legal con Corinna Larsen. Estas acciones han provocado una nueva ruptura con la Casa Real, especialmente con su hijo, el rey Felipe VI.

El tiempo se le acaba a Juan Carlos I
Hay quien asegura que estos movimientos son una forma de llamar la atención de su hijo, al que lleva tiempo pidiendo que le deje volver a España de forma definitiva. Detrás de ellos, habría la condición de dar marcha tras si el rey cede a sus peticiones.
En medio de esta controversia, Elena, Cristina y Felipe, se han reunido para decidir el futuro de su padre. El objetivo: tomar una decisión sobre su última voluntad. El emérito, consciente de que el tiempo se le acaba, ha insistido en su deseo de morir en España, rodeado de los suyos y no en un exilio que considera injusto e indigno.
La posición entre los hermanos ha sido desigual. Elena y Cristina quieren que regrese. Consideran que impedirle regresar sería una vergüenza para los borbones. Para ellas, permitir que su padre muera a miles de kilómetros sería una humillación histórica para la monarquía.

Discrepancias entre hermanos en cuanto al futuro del emérito
En cambio, Felipe VI mantiene su postura firme. El tiempo no ha sido suficiente para enterrar todas sus controversias. Y la vuelta del emérito representaría un riesgo institucional en un momento clave para el futuro de la princesa Leonor, llamada a renovar la imagen de la corona.
Tras un tenso intercambio de opiniones, los tres han alcanzado una solución intermedia. Juan Carlos I no regresará a España de forma definitiva, pero sí se le permitirá residir en Cascais, en Portugal, a escasa distancia de Madrid. De esta manera, podrá estar más cerca de su familia, sin interferir directamente en la agenda oficial ni reabrir heridas aún sensibles en la opinión pública. Y si su estado de salud empeora gravemente, se podría facilitar rápidamente su traslado a España para recibir atención médica urgente.