Mientras Carlos III irradiaba autoridad en el tradicional Trooping the Colour en Londres, a unos 8.700 kilómetros de distancia, en Los Ángeles, el príncipe Harry y Meghan Markle enfrentaban su propia tempestad… pero en privado. La pareja, instalada en su lujosa residencia de Montecito, ha sido testigo de una nueva crisis en su ya frágil estructura de comunicación. Y es que, en solo unas semanas, cuatro miembros clave de su equipo de relaciones públicas han presentado su dimisión, entre ellos sus dos jefes de prensa.
Se trata de Kyle Boulia, encargado de lidiar con la siempre exigente prensa estadounidense, y Charlie Gibson, pieza fundamental en la conexión con los medios europeos. Ambos han decidido dar un paso al costado, en lo que parece ser otro capítulo más en la serie de tropiezos públicos que protagonizan los Sussex. La prensa internacional no ha tardado en hacerse eco del terremoto interno. “Meghan y Harry han contratado a algunas de las personas más increíbles en la cúspide de sus carreras, pero ninguna ha tenido éxito”, deslizó una fuente cercana a la pareja. Y agregó: "Se espera otro cambio en el futuro".

Nueva estrategia, mismos errores: los Sussex siguen sin rumbo claro
En un esfuerzo por poner orden en la deteriorada gestión de su imagen, los duques decidieron en febrero renovar por completo su estrategia mediática. Con ese objetivo, apostaron por Kendall Maines, directora de Method Communications, como la nueva responsable de su comunicación global. Su misión: recuperar la credibilidad y establecer una narrativa coherente y alineada que funcionara tanto con sus aspiraciones comerciales como con sus iniciativas filantrópicas.
Junto a ella llegó también Emily Robinson, experta en marketing y conocida por haber llevado las riendas de la promoción de The Crown, la serie que retrata con lupa los secretos de la Familia Real británica. Un fichaje que no dejó a nadie indiferente, especialmente porque evidencia una paradoja: mientras critican a la Casa Real, se apoyan en sus productos derivados para mejorar su imagen.
A esta apuesta se sumó recientemente Sarah Fosmo, ex asistente de Bill Gates, ahora encargada de dirigir el gabinete de comunicación de Meghan. Tres nombres de alto perfil que, pese a su impresionante currículum, parecen estar luchando contra un enemigo interno más poderoso que cualquier tabloide: la incoherencia narrativa de los Sussex.

Meghan Markle intenta reinventarse a golpe de sentimentalismo y redes sociales
En paralelo a esta sangría profesional, Meghan Markle ha comenzado a compartir contenido personal en un giro inesperado. Hace apenas días, la ex actriz sorprendió al publicar imágenes inéditas de su hija Lilibet Diana recién nacida, además de un vídeo íntimo donde se la ve embarazada, bailando al ritmo de “Baby Mama Dance”. Un gesto que ha desconcertado a muchos, pero que para otros evidencia el nuevo camino que intenta trazar: acercarse a la audiencia desde un relato más humano y maternal.
No obstante, las constantes bajas en su equipo de comunicación son solo el reflejo de una estructura inestable, minada por la presión pública, la expectativa de éxito inmediato y la falta de cohesión en su mensaje. Así, mientras la Familia Real británica mantiene la compostura y la unidad institucional, los duques de Sussex parecen ir a la deriva. Y aunque se han rodeado de profesionales de primer nivel, ninguno parece capaz de dar con la fórmula mágica que les devuelva el brillo que perdieron al abandonar el Palacio.