La reina Sofía vive un momento muy difícil. Sus días transcurren en la residencia de Zarzuela, donde apenas recibe visitas. Las salidas son excepcionales. Se mueve entre pasillos silenciosos y rincones familiares. Quienes la rodean describen una tranquilidad rota por la tristeza. Los ojos de Sofía reflejan cansancio y preocupación, más que cualquier otra emoción.
El motivo es su hermana, Irene de Grecia, conocida siempre como tía Pecu. Durante años fueron inseparables, cómplices y confidentes. Ahora, Irene lucha contra un Alzhéimer avanzado. Su movilidad y comunicación se han visto gravemente afectadas. La reina pasa horas junto a ella, cuidándola y acompañándola. Cada gesto de Irene pesa en el ánimo de Sofía, convirtiendo su rutina en un compromiso emocional constante.
La reina Sofía solo se ha separado de su hermana Irene durante 48 horas en los últimos meses
Hace semanas, la rutina de la reina Sofía fue interrumpida por la tradicional recepción del 4 de agosto en Marivent. Sofía no deseaba asistir. Solo cedió ante la petición directa de Felipe VI. Frente a las cámaras, sonrió y saludó. Pero al terminar el acto, regresó a Madrid con urgencia. Fue un momento que marcó un punto de inflexión: la reina se aisló aún más, priorizando la intimidad y la familia sobre la vida pública.
Hoy, sus días se reducen a lo esencial: estar cerca de su hermana y mantener contacto con sus hijas, Elena y Cristina. Ellas se turnan para cuidarla y acompañarla. La fragilidad de Sofía es visible: ha perdido peso, come poco y llora con frecuencia. Su estado físico preocupa tanto como el dolor emocional que carga. Cada llamada, cada visita, se convierte en un momento de apoyo y consuelo.
La reina Sofía habla de la muerte en su entorno más cercano
A pesar del aislamiento, la reina no ha dejado de pensar en la vida y en la muerte. Según han revelado fuentes cercanas a Zarzuela a Pilar Eyre, tanto Sofía como Irene la perciben “no como un final, sino como un inicio”. Una muestra de que ambas son conscientes de la gravedad de la situación.
El entorno de la reina confirma que su rutina es estricta. Las visitas se limitan a familiares cercanos. Las llamadas telefónicas, escasas. La intimidad se ha convertido en su refugio, donde cada momento compartido con Irene o sus hijas tiene un valor incalculable. La atención médica es constante, pero lo que más afecta a Sofía es la preocupación emocional, más que cualquier síntoma físico.
Mientras tanto, el rey Felipe VI ha acortado sus vacaciones en Grecia debido a los incendios en España. Su regreso anticipado le ha permitido estar cerca de su madre. La presencia de Felipe, aunque breve, ha ofrecido un respiro emocional a Sofía. En estos días difíciles, la reina emérita encuentra en la familia el sostén que le permite seguir adelante, recordando que la vida y la muerte forman parte de un mismo ciclo.