Un rey nunca puede confiar del todo en su propio entorno. Siempre hay envidias. Y en este sentido, el rey Felipe VI ha empezado a desconfiar del suyo. Esta vez, el foco está en sus hermanas. La infanta Elena, distante desde hace meses, es ahora el centro de todas las sospechas. Su relación con Felipe está rota. No hay mensajes, ni llamadas, ni gestos de reconciliación. Solo silencio. Y una tensión que va más allá de lo familiar.

Todo empezó con un nombre: Juan Carlos I. Para Elena, sigue siendo “el rey”. Su referente personal y político. Lo ha defendido incluso cuando nadie lo hacía. Ha cerrado los ojos ante las cuentas opacas, los amantes y los audios. Para ella, lo único imperdonable fue la forma en que Felipe lo apartó.

Joan Carles i Felip
Juan Carlos I y Felipe VI

Felipe VI pone todas sus sospechas sobre las infantas Elena y Cristina

Desde su exilio forzado, la infanta ha movido fichas en la sombra. Ha presionado. Ha viajado. Ha hablado con periodistas, empresarios, militares retirados. Todo con un único objetivo: lograr el regreso del padre que admira y proteger su legado.

Y no está sola. Cristina, más discreta, también se ha sumado a ese frente. Desde que fue apartada del núcleo real tras el escándalo Nóos, no ha perdonado. Ni a Letizia, que presionó con dureza. Ni a Felipe, que no la defendió.

Ahora Felipe sospecha que Elena, apoyada en todo momento por la infanta Cristina, podría estar detrás de los últimos movimientos del emérito. Empezando por las demandas contra Corinna Larsen o Miguel Ángel Revilla, un hecho insólito dado que nunca un rey ha denunciado a un ciudadano. Un informe elaborado por el CNI en poder del monarca así lo indica.

Elena i Cristina / EFE
Elena y Cristina / EFE

Elena y Cristina estarían implicadas en los últimos movimientos del emérito

Pero hay más. Se investiga su implicación en la publicación de unas memorias tituladas, de forma reveladora, "Reconciliación". El texto, aún no lanzado, pinta a Juan Carlos como víctima del sistema. Como un rey mal comprendido, exiliado injustamente, y traicionado. Elena y Cristina habrían participado activamente en la coordinación del emérito con la autora del libro, Laurence Debray, así como habrían sido el enlace entre ambos para poner el proyecto en marcha.

Además, fuentes próximas a Zarzuela han confirmado que Elena habría ayudado a gestionar una residencia en Portugal para su padre. Una finca junto a la frontera. Cómoda e invisible para la prensa.

Felipe lo ha visto claro. No se trata solo de una diferencia familiar, sino de una estrategia política. Un desafío a su autoridad. Un intento de restaurar un relato que él lleva años intentando borrar. El ambiente en la familia es irrespirable. No hay mirada que no esconda recelo. De hecho, no hay encuentros. Felipe ya no confía n i en Elena, ni en Cristina. Sospecha que las traiciones no vienen de fuera, sino de los mismos pasillos que un día compartieron juegos de infancia.