Antes de la llegada de George, la monarquía británica navegaba en un mar de incertidumbres respecto a la línea de sucesión. Sobre todo, por las implicaciones que ciertos cambios podrían acarrear en la tradición y la estructura del Reino Unido. La figura de Carlos III era consciente de estos desafíos. La preocupación principal del heredero al trono giraba en torno a qué pasaría si el futuro rey, su hijo Guillermo, tuviera una hija en lugar de un hijo varón, lo que podría alterar algunos aspectos legales, religiosos y familiares que rodeaban la sucesión.

George, hijo de Guillermo y Kate Middleton, nació en 2013 y representó un momento de alegría para la familia real y, en particular, para Carlos III, quien en ese entonces aún no había ascendido al trono. La llegada del primogénito de la pareja real no solo trajo felicidad a millones de seguidores en todo el mundo, sino que también puso fin a muchas de las inquietudes que el actual soberano tenía respecto a la línea de sucesión. La importancia del nacimiento del próximo príncipe radicaba en que aseguraba la continuidad de la línea hereditaria en la forma habitual. Se evitaba así un escenario que podría haber generado una serie de complicaciones legales y religiosas, tal como relata Valentine Low en su libro Poder y Palacio.

Carlos III se estaba asesorando antes de la llegada de George

Low, reconocido periodista británico con una trayectoria en medios como The London Evening Standard y The Times, desvela en su obra ciertos hechos importantes. Narró que, en 2012, el royal invitó a Richard Heaton, entonces secretario del Gabinete, a su residencia para discutir diversos asuntos. Sin embargo, durante esa reunión, la conversación se centró en un tema delicado: la Ley de Sucesión a la Corona. En particular, expresó su preocupación acerca de qué ocurriría si Guillermo tuviera una hija en lugar de un hijo. 

El Reino Unido no aplica la Ley Sálica, que en su versión original prohibía a las mujeres heredar el trono y que todavía rige en algunos países europeos. El interés de Carlos se centraba en cómo una futura heredera femenina podría influir en la continuidad del apellido Windsor. Al tomar el apellido de su esposo al casarse, lo que significa la posible desaparición del nombre real. Además, existían preocupaciones sobre si una mujer en esa posición podría casarse con un católico, situación que pondría en entredicho la práctica de la Iglesia de Inglaterra, y cómo esto afectaría los títulos y privilegios.

Estas inquietudes, que en 2012 parecían meramente especulativas, se mantuvieron en la sombra hasta que el nacimiento de George esclareció el futuro. Con su llegada, el joven príncipe se convirtió en el tercer sucesor en una línea encabezada por su abuelo y seguida por su padre. Tras la muerte de la reina Isabel II, George se posicionó en una posición aún más cercana a la corona. George tiene un largo camino por recorrer e, irónicamente, a él le preocupan los mismos dilemas que a Carlos III cuando asuma el mando. Así, las decisiones estratégicas en la familia pueden tener un impacto profundo en la estabilidad de una institución tan emblemática como la monarquía británica.