El Principado de Mónaco, conocido por su lujo exorbitante, sus yates de altísimo valor, la elegancia del Baile de la Rosa y la prestigiosa celebración del Gran Premio de Mónaco de Fórmula 1 en su emblemático circuito urbano, ahora se encuentra bajo una nube de sospechas que podría poner en entredicho la influencia de los Grimaldi. En el centro de la polémica está Charlene de Mónaco, la princesa de mirada fría y carácter reservado, pero cuyo estilo de vida, según recientes revelaciones, ha sido todo menos austero.
Claude Palmero, quien fuera hombre de confianza del príncipe Alberto durante dos décadas, ha destapado una caja de Pandora repleta de documentos comprometedores, anotaciones privadas y cifras imposibles de ignorar. Desde una villa de vacaciones en Córcega, rediseñada por casi un millón de euros, hasta transferencias generosas a familiares en Sudáfrica, la princesa consorte habría desembolsado nada menos que 15 millones de euros en apenas ocho años.

Charlene y el gasto millonario que divide al Palacio de Montecarlo
Los informes de Palmero, publicados tras sus interrogatorios bajo custodia policial, describen un escenario financiero difícil de justificar para una figura pública que, en teoría, cumple un rol institucional. Las anotaciones del excontable reflejan gastos como 300.000 euros enviados a su hermano Sean Wittstock para pagar su casa, sin ningún tipo de control administrativo, y otros montos estratosféricos en decoración, incluyendo un millón de euros en su despacho del Palacio de Montecarlo.
Pero el lujo no termina ahí. Palmero apunta que Charlene viaja con un extenso séquito personal incluso durante sus ausencias prolongadas del país, donde su rol institucional parece esfumarse. A pesar de no cumplir una agenda oficial activa, los fondos del Principado habrían seguido sufragando sus necesidades personales y familiares, lo que pone en entredicho el uso de los recursos públicos en la monarquía monegasca. Y aunque hay quienes defienden a la princesa monegasca alegando que parte de los fondos se destinaron a ayudar a su familia en Sudáfrica, la falta de transparencia y control en los movimientos financieros empaña cualquier gesto de generosidad. En palabras del propio Palmero: “No tengo ningún control sobre los gastos de la princesa”, una afirmación que retumba como un eco inquietante entre los muros del Palacio.

Mónaco en crisis: acusaciones, denuncias y una imagen pública cada vez más debilitada
El escándalo ha coincidido con otra bomba informativa: la inclusión de Mónaco en la lista negra de la Comisión Europea por falta de cooperación contra el blanqueo de capitales. Este detalle no hace sino aumentar la presión sobre el príncipe Alberto II, ya de por sí cuestionado por el manejo de su fortuna, ya que el ex contable afirmó que “Su Alteza Serenísima [el príncipe Alberto II] quería que hubiera el menor rastro de papeles posible y que su patrimonio fuera opaco”.
En respuesta a las filtraciones, el príncipe ha contraatacado con denuncias por “violación del secreto profesional” e “invasión de la vida privada”. Sin embargo, la avalancha ya ha comenzado y la imagen pública de los Grimaldi está más debilitada que nunca. Entre excesos económicos, acusaciones de abuso de confianza y una opacidad fiscal que hace temblar a Bruselas, Mónaco ya no es ese paraíso fiscal de cuentos de hadas, sino un foco de tensión diplomática y mediática.