Juan Carlos I está muy enfadado con Felipe VI, y es que está harto de que se le menosprecie. Él ha sido un rey muy importante para España, aunque haya tenido sus errores, y quiere dejar constancia de ello. No ve bien que después de cinco años en el exilio continúe a miles de kilómetros de España y ni tan siquiera sepa si podrá morir en su país. El actual rey no quiere que el cuerpo de su padre sea repatriado porque sería un escándalo, pero no vivirá nunca de forma permanente en Madrid o cualquier otra ciudad española. Cuando el octogenario empeore de salud y los médicos confirmen que no hay nada que hacer, será entonces cuando el marido de Letizia de la orden de trasladar a Juan Carlos I a un hospital madrileño, que será donde terminará sus días.

Desde la muerte de su gran amiga la reina Isabel II, Juan Carlos I está muy preocupado por el día de su fallecimiento. Sabe que tarde o temprano es una cosa que sucederá y no quiere que le coja desprevenido. A él le gustaría tener un funeral de Estado, pero eso no sería posible porque ya no forma parte de la institución, se le retiraron todas las funciones y méritos. Además, tampoco podría ser enterrado en la Cripta Real del Escorial, y no porque ya no sea rey, sino porque no hay espacio, Felipe VI tampoco ha dado la orden de continuar construyendo otra sala anexa.
Felipe VI ya tiene preparado el funeral de su padre
Mientras que el emérito está muy nervioso, Felipe VI está más tranquilo que nunca porque ya tendría todo preparado para el funeral de su padre.
Es muy probable que en el caso de Juan Carlos I se le haga ningún funeral de Estado, pero sí tenga una capilla ardiente para todas las personas que deseen puedan despedirse de él, se instalará previsiblemente en el Palacio Real. Se espera que también se realice una ceremonia religiosa con familiares y amigos. Posiblemente en la Catedral de la Almudena donde se casaron Felipe VI y Letizia.
Ya que su funeral no podrá ser como el de la reina Isabel II que paralizó todo Reino Unido, Juan Carlos I tendría un entierro más similar al de su padre, Juan de Borbón. Su féretro se desplazó también en un armón de artillería y la comitiva salió del Palacio Real. Se le realizó una misa-funeral en la iglesia de San Jerónimo el Real, en la que participaron cientos de ciudadanos.
El emérito contará con honores militares, ya que debido a su abdicación no se le trata como rey, sino en calidad de príncipe. Si fuese rey se lanzarían cinco cañones el día de su muerte y todos los días, al alba y al ocaso, hasta el día de su entierro. Las salvas tampoco se escucharían debido a su condición.
