Podría parecer que la realeza española lo tiene todo bajo control y que, al ser una gran institución monárquica, ningún evento tiene la fuerza suficiente para desestabilizarla. Sin embargo, no todo ha sido glamour y eventos oficiales en los últimos años. Algunos sucesos, llenos de historia y controversia, marcaron la relación de la Casa Real con ciertos lugares emblemáticos, como la famosa casa en Canarias que, tras los escándalos del pasado, se convirtió en un símbolo de sus altibajos. Algo que la infanta Elena, Cristina y Letizia conocieron de primera mano.
La Mareta, ubicada en Lanzarote, fue construida en los años 70 por orden de Hussein I de Jordania, quien la mandó a edificar como una residencia de descanso. Rodeada de un entorno paradisíaco, fue un emblema de la amistad entre Hussein y Juan Carlos I, quien en aquel entonces era todavía príncipe. La relación entre ambos monarcas era tan estrecha que, en un gesto de confianza y camaradería, el miembro de la dinastía hachemita decidió regalarle la propiedad al ‘royal’ y durante años fue disfrutada por la infanta Elena, Cristina y el resto de la Casa Real. Incluso, Letizia llevó a Leonor cuando apenas tenía unos meses de edad.

Con el paso del tiempo y los escándalos que rodearon al emérito, especialmente relacionados con transacciones y presuntos regalos ilícitos provenientes de países de Oriente Medio, esta propiedad empezó a adquirir una connotación diferente. La casa pasó a ser vista como un objetivo de problemas y reforzó las habladurías que rodearon a la monarquía.
El declive y la prohibición de acceso de La Mareta por la Casa Real a la infanta Elena, Cristina y Letizia
Tras la abdicación de Juan Carlos I y la llegada de Felipe VI al trono, la monarquía tomó decisiones drásticas para distanciarse de aquel pasado polémico. La Mareta dejó de ser un lugar de uso oficial y, en la actualidad, está bajo control del patrimonio nacional. La intención fue clara: evitar que los asuntos del pasado puedan volver a manchar la imagen de la institución.

De hecho, en la actualidad, ni siquiera los miembros de la familia real tienen permitido acceder. La prohibición de visitar la mansión, incluso para Elena, Cristina o la propia Letizia, responde a un deseo de la Casa Real de centrarse en una imagen más moderna y limpia.
El manejo de la propiedad pasó a manos del Estado y en la actualidad es Pedro Sánchez quien ha sido visto disfrutando del lugar, en un cambio radical respecto a cómo era previamente una residencia de la realeza. La mansión ahora representa un capítulo cerrado en la historia de la monarquía española.
La Mareta refleja cómo los lazos internacionales, las amistades y los escándalos pueden transformar una obra arquitectónica emblemática en un sitio vetado. La Casa Real, consciente de ello, decidió mantenerla fuera del alcance de la infanta Elena, Cristina y Letizia, en un esfuerzo por desligarse de las acciones de Juan Carlos I y sepultar las incógnitas que generan sus capitales en paraísos fiscales.