Desde su nacimiento el 23 de enero de 1957, Carolina de Mónaco siempre estuvo destinada a destacar. Como primogénita de Grace Kelly y el príncipe Rainiero III, su presencia en la realeza monegasca fue ineludible. Aunque nunca estuvo destinada a gobernar oficialmente, Carolina demostró desde temprana edad que era mucho más que una simple princesa. Convertida en princesa de Hannover por matrimonio, Carolina ha sido la figura dominante en la familia real de Mónaco durante décadas.

Aunque su hermano, el príncipe Alberto, ostenta el título oficial de gobernante, Carolina ha ocupado el puesto de cabeza visible en numerosas ocasiones, especialmente durante momentos dramáticos como el fallecimiento de su madre o la ausencia prolongada de la princesa Charlene por motivos de salud. A lo largo de su vida, Carolina ha estado rodeada de rumores y controversias. Se ha especulado sobre sus supuestos conflictos con otros miembros de la familia real, incluida la princesa Charlene. Sin embargo, uno de los enfrentamientos más significativos fue con su propio hermano, el príncipe Alberto II de Mónaco.

La batalla fraternal: Carolina vs Alberto

Y es que, en los últimos años de su vida, el príncipe Rainiero consideró la posibilidad de nombrar a su nieto, Andrea Casiraghi, como su sucesor en lugar del príncipe Alberto, quien, debido a la existencia de la ley agnaticia, una variante de la ley sálica que privilegia la sucesión masculina al trono, debía convertirse, por derecho, en soberano monegasco. Esta decisión reflejaba las dudas del príncipe sobre la capacidad de su hijo para gobernar y darle continuidad a la dinastía Grimaldi.

Una carta datada en 2002 revela las reuniones de alto nivel que el príncipe Rainiero sostuvo con el objetivo de nombrar a Andrea Casiraghi como heredero. Sin embargo, los abogados aconsejaron al príncipe que para llevar a cabo este cambio, era necesario que Carolina renunciara a sus derechos a la corona en favor de su hijo. Esta recomendación surgió del temor generalizado hacia la princesa, percibida como una figura demasiado “mandona”. A pesar de los esfuerzos y las consideraciones, al final todo permaneció sin cambios y, tras el fallecimiento de Rainiero, Alberto ascendió al trono.

El control absoluto de Carolina de Mónaco

Además, a pesar de su posición privilegiada en la realeza monegasca, Carolina no estaba satisfecha con su papel en el Principado. Se quejaba del reparto de bienes de su padre y de la asignación presupuestaria para su manutención. Asimismo, según los diarios del ex asesor de los Grimaldi, Claude Palmero, Carolina ejercía un control absoluto sobre el castillo de Marchais, propiedad de la Corona, decidiendo todo, desde la decoración hasta el menú.

Ante la actitud desafiante de Carolina de Mónaco, Palmero decidió tomar medidas para limitar su influencia y poder, marcando un KO contra la primera dama de facto de Mónaco. Cortó los gastos excesivos de la princesa y rechazó sus intentos de cargar gastos personales a las arcas nacionales. Sin embargo, aunque parece que aquellos que querían despojar a Carolina de su estatus lo han logrado en cierta medida, la princesa no ha desaparecido del todo de la escena monegasca.