El rey Carlos III ha tomado una de las decisiones más inesperadas de su reinado. Por primera vez en más de un siglo, no habrá celebración navideña en Sandringham House, la tradicional residencia de invierno de la familia real británica. La noticia ha generado sorpresa y desconcierto tanto entre los ciudadanos como dentro de la propia Casa Real.
La cancelación supone un punto de inflexión en las costumbres de la monarquía británica. Durante décadas, la Navidad en Sandringham ha sido un símbolo de continuidad y cercanía entre la familia real y el pueblo. Cada año, los miembros de la realeza acudían juntos a la misa de Nochebuena y participaban en la clásica caza de faisanes, una tradición que se remontaba a los tiempos del rey Eduardo VII. Este año, sin embargo, todo cambiará.

La escasez de faisanes cambia los planes navideños de Carlos III
Fuentes cercanas al Palacio de Buckingham confirman que el motivo principal es la drástica reducción de la población de faisanes en los terrenos reales. Las recientes condiciones climáticas adversas y las restricciones impuestas a las licencias de caza han provocado una escasez sin precedentes. Sin suficientes ejemplares disponibles, el monarca ha considerado que mantener la tradición sería inapropiado y perjudicial para el ecosistema.
Carlos III, conocido por su compromiso con el medio ambiente, ha decidido priorizar la preservación natural por encima del protocolo. Según fuentes oficiales, el rey considera que interferir en el proceso de recuperación de las especies sería un error, y prefiere dar ejemplo de responsabilidad ecológica. La decisión, aunque dolorosa para él, se alinea con su visión de una monarquía moderna y sostenible.
Se pierde una tradición centenaria
En Sandringham, la ausencia de actividad navideña marcará un hecho histórico. La finca, de más de 30 kilómetros cuadrados y propiedad privada de la familia real desde hace 150 años, fue siempre un lugar cargado de memoria y simbolismo. Allí la reina Isabel II solía pasar las fiestas rodeada de hijos, nietos y bisnietos. Para Carlos III, renunciar a esa tradición no ha sido fácil, pero lo considera un gesto necesario en un momento de transformación para la institución.

Aunque el rey no tiene intención de suprimir la Navidad por completo, sí planea celebrarla de forma más discreta. No habrá actos públicos, ni posados familiares, ni recepción para los vecinos del condado de Norfolk, una práctica habitual en tiempos de su madre. Se baraja la posibilidad de que los príncipes de Gales y sus hijos pasen las fiestas en Windsor o Balmoral, pero no hay confirmación oficial sobre el nuevo destino.