Albert Pla ha resumido mejor que nadie la vida de lujos y excesos de Juan Carlos. Cuando Laura Rosel, de Catalunya Ràdio, le dijo "Juan Carlos I, supuestamente, se gastó 8 millones de euros en viajes de placer, no de trabajo" su respuesta fue para enmarcar: "Un par de aviones privados y ya lo tienes. Cuatro putas y ya está, ya te lo has gastado todo". ¿Y cómo son estos aviones privados? El emérito se habría gastado casi un millón al año de estos ocho en volar a bordo del Gulfstream 6550, un aparato de superlujo.

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Interiores con todas las comodidades, 14 ventanas panorámicas, los pasajeros volando en una cabina más presurizada de lo normal, aire fresco renovado de forma constante, pantallas y dos detalles importantes: tripulación de cabina viajando en un módulo aislado para asegurar la intimidad y una cama doble. Que le pregunten a Julio Iglesias, propietario de uno de estos aparatos que cuesta cada uno más de 40 millones de euros. O a Juan Carlos, que ha volado a menudo para ir, supuestamente, a sus viajes de placer con sus amigas especiales. Un avión de lujo sufragado vete a saber cómo, para que el campechano haga sus canitas al aire, y nunca mejor dicho. Así es por dentro el nidito de amor (o de algo más carnal) del Borbón:

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Supuestamente, explican en Vanity Fair que el rey lo habría utilizado en cinco de los trayectos, como mínimo, en el vuelo del 2017 de Bermudas a Madrid, en el de Madrid a las Bahamas del 2018 o en su visita al Gran Premio de Abu Dabi de Fórmula 1. A ver si más pronto que tarde, obligan a Juan Carlos a volver a España y hacer frente a los numerosos escándalos que se le relacionan. Y si hace falta, que vuele con un avioncito de papel.