Este fin de semana algunos políticos y columnistas se han reído de la democracia en Twitter con más intensidad de lo que es habitual. En la red había indignación con los tuits que la consellera Dolors Bassa hizo a propósito de la muerte de Fidel Castro. Es ilustrativo ver como las voces más duras con el dictador cubano y sus tristes apologetas también suelen ser, a la hora de la verdad, las más conformistas con Franco y su herencia.

Después de 40 años cada día está más claro que la Transición fue un acuerdo entre comunistas y franquistas para repartirse el poder, y que las imágenes de Manuel Fraga jugando al dominó con Castro, en un homenaje en Galicia, son el resumen de la democracia española y los debates políticos que promueve. La cosa más relevante que se puede decir sobre la muerte del dictador cubano es, que tres décadas después de la caída del Muro de Berlín, su figura todavía es una excusa para mantener, en el ámbito de la retórica, los debates que España tiene pendientes. Por ejemplo aquí va un tuit de Lluís Rabell mezclando Castro con la autodeterminación.

También en Tuiter, este fin de semana, García Albiol y Andrea Levy saltaron a la garganta de Inés Arrimadas porque se mostró dispuesta a participar en un referéndum "legal y con validez". Si la dirigente de Ciutadans hace estas declaraciones, es porque la autodeterminación no se puede prohibir, y prepara el terreno para intentar ridiculizarla. Pero García Albiol, que es tan patriota que esperaba ser nombrado secretario de Estado del Deporte para liberarse de la cruz de defender la unidad de España en Catalunya, enseguida tuiteó que el PP no participará nunca en un "referéndum de independencia (sic)" porque no se convocará.

Levy, que tampoco quiere saber nada de defender la unidad española en su casa y da giras peninsulares como si fuera la encarnación indie-pop del seny catalán, quiso rematar a la dirigente de Ciudadanos compitiendo en patriotismo: "Se deduce –tuiteó– que para Arrimadas la soberanía nacional no existe y que España podría ser divisible. Pues un dia te digo esto y al otro lo contrario". Admito que eso de decir blanco y después negro, me hizo reír un poco.

Dentro de unos años veremos hasta qué punto los políticos jóvenes han sido utilizados, como los niños soldados africanos, de mano inocente y despiadada para intentar consolidar aquel atado y bien atado que tan bien representa Fraga ofreciendo un homenaje a Castro en 1992. Eso, naturalmente, no sirve sólo para el unionismo. También sirve para el Xavier Domènech, que ahora propone crear una comisión al Congreso para debatir el referéndum. O para Marta Pascal, que en la entrevista que le hicieron en el 3/24 no parecía que tuviera presente el compromiso que Puigdemont y Junqueras tienen para septiembre.

El referéndum es, a la herencia del franquismo y de la España autoritaria, lo mismo que un crucifijo sería para el conde Drácula. En cierta manera es natural que las estructuras de poder traten de evitar que se llegue a celebrar con todo tipo de engaños y de trucos de circo. Además de ser legal, el derecho a la autodeterminación es perfectamente compatible con la soberanía nacional española; de hecho, es una manifestación de su misma existencia –de lo contrario ¿de qué sujeto soberano se tendría que independizar Catalunya, de manera democràtica?–.

La reacción del PP a las declaraciones pseudoconvergentes de Arrimadas, y la polarización que ha generado la muerte de Castro, nacen del mismo poso autoritario que está carcomiendo la política española. A medida que la globalización tensa las relaciones territoriales dentro de Occidente, la línea entre democracia y autoritarismo se va estrchando de forma peligrosa. La misma operación diálogo que Soraya Sáenz de Santamaria quiere impulsar desde la Delegación del Gobierno es en realidad una operación de chantaje.

En un país en el cual ni siquiera Arrimadas puede aguantar la posición oponiéndose abiertamente a un referéndum, intentar solucionar las cosas asustando a la clase política y periodística no es una vía de solución. Desde que Camacho se quemó adoptando posturas de un españolismo radical insostenible, que ni ella se creía, el PP ha renunciado a hacer política a Catalunya. Por eso sus figuras importantes sólo aspiran a marcharse a Madrid, donde se sienten más cómodas y mejor pagadas, mientras que Ciudadanos se va acercando a las posiciones de la vieja Convergència.

Se ve de lejos que Sáenz de Santamaría prepara la Delegación del Gobierno para erigirla en un contrapoder a la Generalitat. La idea no es poner las bases de un diálogo entre España y Catalunya, sino crear el ambiente necesario para que la tercera vía y el independentismo táctico puedan agitar al fantasma del desorden y del miedo. En un país que ha tenido gobernadores civiles como Martínez Anido o Acedo Colunga, Millo quizás asustará a algunos políticos y periodistas independentistas, que hace tiempo que desean ser asustados. Pero los motivos de fondo siempre acaban emergiendo en un conflicto, y un gran globo se pincha con un simple alfiler.