20 de julio: La corrupción no es sólo un asunto nacional. Está instalada en medio mundo. La diferencia radica en cómo se lucha contra ella. El planeta de los negocios y de los negocios deslocalizados está fuera de control, de las medidas de prevención; la impunidad, pues, está asegurada. Los Juegos Olímpicos son un paraíso. En países en desarrollo o autoritarios, el CIO, tratado por los autócratas y no autócratas como un Estado pero sin ningún tipo de supervisión, es lo que hay. Con el concurso extractivo de las oligarquías de las federaciones deportivas internacionales más poderosas la corrupción está remachada. No sólo en el tema de las infraestructuras, ahora en Brasil en caída libre, moral, políticamente y económicamente; en materia deportiva, también. ¿Alguien piensa que el CIO prescindirá de Rusia en los Juegos? En menos de tres días ya tendremos otro tejemaneje olímpico. Y su retransmisión por la tele olímpica será la madre de los huevos. Después vendrán los sacerdotes del juego olímpico. En fin, Juegos y limpieza no pueden ir en la misma frase. Claro, es un espectáculo, uno de los mayores del mundo.

21 de julio: Vuelve el peix al cove, pero en versión madrileña. El PP ha descubierto sus ojitos en el nuevo Partit Demòcrata Català -que ya veremos si se acaba llamando así. En política, está convenido que todo es posible aunque parezca imposible. Quizás. Pero dejando de lado que es el Madrid más anticatalán quien mira hacia una Catalunya distante emocionalmente a años luz, no es imaginable -es imposible! cuál habría sido la reacción de las brunetes mediáticas, ahora de anchísimo espectro, ante el llamamiento de auxilio parlamentario de un pacto de izquierdas a los, nuevamente, nacionalistas. Otro espectáculo de barra y poca vergüenza, puro situacionismo político sin ambages.

22 de julio: 80 años del PSUC. Del único partido que diciendo "el Partido" todo el mundo sabía que era el partido. Los otros no estaban, como partidos se entiende. Hoy el PSUC es un puro recuerdo, mágico y ejemplar recuerdo a quién el juego de partidos ya en democracia le volvió progresivamente la espalda. Preparado para ser referente ético y político del antifranquismo y de la primera Transición, la partitocracia lo trituró: aparecieron los desengaños y las aspiraciones personales. Los dos son sentimientos legítimos, pero provocaron escapes de capital político que no han hecho más que dejarlo en una grata memoria, pero inoperante como tal. De todos modos, muy chillón resulta cómo el tono psuquero con más experiencia política en democracia reaviva, en parte, chez Los Comunes.

23 de julio: Jugada de Junqueras. La Generalitat se querella contra Rossell ex jefe de GISA, una de las recaudadoras, según parece por lo que se deduce de las actuaciones judiciales, de Convergència. Doblemente imputado, se alegaba para ni siquiera despacharlo, un no-sé-qué de una relación contractual especial. Ahora, además de estar despachado, la Generalitat, de la mano de Junqueras, de quien depende GISA, se ha querellado. Una buena patada al detrás de CDC en plena refundación. CDC podrá cambiar de nombre, de líderes -no de todos todavía-, de estatutos, de manera de hacer política de partido... de lo que quieran, pero no podemos cambiar de patrimonio. Se debe lo que se debe y está afectado cautelarmente lo que está afectado cautelarmente. Una losa ominosa pesa encima de los nuevos demócratas. Y encima la Generalitat querellándose contra quien parecía ser uno de sus recaudadores. Decididamente, nuevos tiempos.

24 de julio: El Tribunal Supremo, saltándose la Constitución, amenaza con detener al diputado español Francesc Homs. Como todos los diputados españoles es inmune e inviolable: sólo puede ser detenido por flagrante delito. No atender una citación judicial por parte de un imputado (que parece que no lo está) no es ningún delito. No me repetiré y remito a mi ¿Conducido por la fuerza? en este mismo diario. La Brigada Aranzadi sufre de falta de lecturas jurídicas básicas. Ya ni en los altos cuerpos por oposición de toda la vida podemos confiar. Nuevos tiempos.

25 de julio: Empieza -o continúa o se intensifica, según cómo se mire- un rosario de atentados yihadistas en Europa. Digo en Europa (en una semana de Niza, Würzburg, Ansbach, Saint-Etienne-du-Rouvray). Con dos excepciones. La masacre de Munich, debido a un joven de origen iraní, pasó enseguida a segundo término: no era yihadista. Por lo tanto los 9 muertos y la docena larga de heridos son de segunda categoría. Al no ser víctimas del fanatismo califal, será una crónica más de hechos diversos. Y otra excepción más sangrante: Kabul. Más de 80 muertos, el mismo día que la matanza, pero menos, de Munich. Aquí los autores, suicidas, eran dos fanáticos yihadistas, pero no pasó en el Occidente blanco y cristiano: pasó en Oriente, en un Oriente lejano. Ni siquiera cuenta que el mundo islámico sea la primera, con creces, víctima del yihadismo. Al fin y al cabo lo que está lejos de casa, poco importa. Hasta que han degollado al octogenario cura normando Jacques Hamel. Suerte que Hollande, lince como él solo, ha dicho, después de enviar portaaviones y bombardear lo que ha creído conveniente, que ISIS ha declarado la guerra a Francia. En manos como éstas está nuestro destino. Es para creer en Nietzsche; no sé si Dios ha muerto. Lo que parece del todo cierto es que nos ha enviado como castigo a una plaga que gobernantes, que encima votamos, que es digno de reflexión.

El callejón sin salida en que vivimos pone de manifiesto el eterno fin de ciclo de una Transición que se resiste a desaparecer y que tiene muy mal morir

26 de julio: El espectáculo vergonzoso de amenazar Rajoy y su banda (qué otro nombre puede tener un partido imputado ya tres veces penalmente) con ir a unas terceras elecciones sin haberse enfrentado a ninguna investidura es de Olimpiada del cinismo. Una vez más. La situación es de bloqueo. Pero las causas del bloqueo superan un galimatías de aritmética parlamentaria. El callejón sin salida en que vivimos manifiesta este eterno fin de ciclo de una Transición que se resiste a desaparecer y que tiene muy mal morir. Eso no lo arregla ningún pacto de investidura: el sistema está, como se dice en ciencias forenses, cuirificado: queda sólo la carcasa exterior del cadáver, la piel, un poco estrujada pero todavía con cierta presencia. Sin embargo, bajo esta piel, cuero ya, no hay nada.

Alguien tendría que decir a los capitostes del Régimen que lo que el Cid ganara después de muerte, a caballo y al frente de su chiquillería, es pura leyenda. Los muertos no ganan nada y nos hacen perder a los demás, el tiempo, la paciencia, y muchas otras virtudes.
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Me despido de los lectores hasta septiembre, recuperando el formato más convencional de un artículo de opinión monotemático. Buenas vacaciones, que a buen seguro son merecidas.