Me entero de que en noviembre Bon Jovi sacó nuevo disco. Al final resultará que Facebook no conoce nuestra intimidad tanto como dicen y que en Itunes y Spotify todavía tienen margen para estrujar a sus clientes. Si la música en streaming ha podido superar los 100 millones de suscriptores sin tener que explotar mi debilidad adolescente, quizás quiere decir que todavía hay esperanza, sobre todo ahora que las discográficas empiezan a recuperarse de la bofetada que les dió internet.

La banda de New Jersey cumple 34 años. Aun así, ha vuelto a colocar un disco en el primer lugar de las listas, después de hacer campaña por Hillary Clinton. Los temas no transmiten la vibración electrizante de las primeras obras. Slippery When Wet y Bad Medicine eran un estallido de adrenalina pinchada en la vena. La sensación de euforia más parecida que recuerdo haber tenido al impacto de Bon Jovi es beberme la primera Coca-Cola y dar el primer beso con lengua.

He repasado el Itunes y, a partir de la segunda mitad de los años 90, las canciones se van volviendo una caricatura. Alguna cosa debe fallar en Occidente cuando Bon Jovi todavía vende tantos discos. En el 2013 fueron la banda que dio más beneficios en directo. Una cosa es que los viejos rockeros no se mueran nunca y otra muy distinta es que acaparen la atención como si fueran Felipe González. Cuando los vi en directo, después de Keep the Faith, ya me parecieron un poco gagàs. Ahora deben parecer el Davos del rock duro, China dando lecciones de liberalismo.

En la fotografía del disco nuevo, This House is not for Sale, el cantante aparece bien conservado pero con el pelo corto. En una entrevista en el Financial Times cuenta que, en las primeras promociones, las chicas periodistas se interessaban solo por su aspecto, sin dar importancia a la música que hacía. Hablo de la época de Runaway, que fue la más femenina. Entonces llevaba una melena de anuncio de peluquería con los ojos pintados y la pechera bien abierta, al estilo mediterráneo -sus antepasados son de Sicilia, o sea, hijos de nuestro imperio.-

A diferencia de la mayoría de bandas de rock duro de los años 80, Bon Jovi no se dejó deslumbrar por el festival de alcohol y sexo del panorama californiano. El cantante todavía está casado con la novia del Instituto y las letras tienen un aire más parecido a Bruce Springsteen que a Motley Crue o a Poison. El guitarrista, mi querido Richie Sambora, es un hombre más voluble. Después de sacar un buen disco en solitario, se fue desorientando y hace un par de años el grupo tuvo que echarlo.

Mantener el rumbo durante tantos años debe ser difícil. A veces el éxito nos despista de nuestro trabajo, otras nos despista la falta de reconocimiento. El talento se gasta porque todo el mundo espera cosas muy concretas de la vida y porque nunca tenemos suficiente. Somos animales sociales y la gente de nuestro entorno nos juzga por comparación, incluso aunque no quiera. Cuándo creemos que el esfuerzo no nos compensa, sea porque las periodistas quieren follarnos en vez de escuchar la música que hacemos, o porque las gratificaciones materiales no llegan, la fuerza creativa se debilita.

La mayoría de la gente se protege con fórmulas seguras y vive a través de cosas cada vez más pequeñas. También hay las personas que esperan el momento ideal para actuar toda la vida, poniéndose excusas para no perder la esperanza. El artista crea entre cantos de sirena que le recuerdan constantemente la lógica paradójica de la existencia. Entre el hedonismo descarnado y las sublimaciones más épicas, el mejor trato que puedes conseguir es que el camino se vaya haciendo estrecho a medida que puedes sustituir la pérdida de energía con un poco de sabiduría 

Para mantener el rumbo hace falta paciencia y guardar el equilibrio entre los premios que obtienes y los premios que pospones. Si tienes cuidado en distinguir el grano de la paja, la fuerza del mundo te ayudará a hacer tu trabajo. Como dice el oso del libro de la Selva, no sale a cuenta preocuparse; si no tratas de inventar la sopa de ajo, las necesidades básicas de la vida siempre quedan a tu alcance. Al final, aparte de la suerte, que es un elemento capital, los frutos de la creatividad también dependen del entorno, y hay entornos que desgastan más que otros.

Antes de repasar el artículo, leo que los chinos han decidido traducir a Incerta Glòria -más medio siglo después de su primera edición en España. ¡Joan Sales, ahora sí que puedes descansar en paz!