Tal día como hoy del año 1712, hace 305 años, en Utrecht (Países Bajos) los representantes de Luis XIV de Francia se incorporaban a las negociaciones entre las potencias en conflicto en la Guerra de Sucesión hispánica, que conducirían a la firma del Tratado de Utrecht. En los campos de batalla la alianza borbónica hispano-francesa había adquirido ventaja con respecto a la coalición formada por la Corona de Aragón, Austria, Gran Bretaña, Países Bajos, Piamonte y Prusia. Pero la gran cantidad de recursos que había invertido el Borbón francés sin el resultado esperado –en una guerra de desgaste que se entregaba desde 1705– sumado a una serie de malas cosechas consecutivas que habían provocado hambre y rebeliones en Francia, lo obligaron a solicitar una salida negociada al conflicto.

Al inicio de las conversaciones el Borbón francés planteó la división de la monarquía hispánica. La corona castellano-leonesa y las colonias americanas, para un miembro de su dinastía –que no sería el Borbón hispánico. La cancillería de París había perdido la confianza en el nieto del Rey Sol. Las atrocidades cometidas por los ejércitos borbónicos sobre la población civil en Aragón, en el País Valencià y en las llanuras occidentales del Principat –de una brutalidad monstruosa– evidenciaban un grave trastorno mental del Borbón hispánico que, a juicio de la cancillería de París y de su propio abuelo y mentor Luis XIV, lo impedían gobernar con criterio. Una patología que, más adelante, se manifestaría en toda la amplitud y que los médicos españoles diagnosticarían eufemísticamente como "melancolía".

París renunciaba a sentar a un Borbón en el trono de Barcelona. Una estrategia que pretendía satisfacer a todo el mundo. Por una parte, los Borbones se aseguraban la parte más rentable del conglomerado hispánico –las colonias americanas–. Y de la otra ejecutaban las demandas del bloque antiborbónico: el desmantelamiento del imperio hispánico en Europa. La corona catalano-aragonesa y las posesiones mediterráneas (Cerdeña, Nápoles y Sicilia), quedarían para el pretendiente Carlos de Habsburgo. Pero la coronación –poco tiempo antes– de Carlos como emperador austríaco desequilibraba la balanza. La coalición antiborbónica, no aceptó la propuesta francesa, porque consideraba tan desequilibrante un eje borbónico París-Madrid como un eje austríaco Viena-Barcelona.