Despedir un año tan intenso como el 2016 no es tarea fácil. Un nuevo president de la Generalitat, dos elecciones españolas en seis meses y la superación de la parálisis tras un incruento golpe de estado contra Pedro Sánchez (con Susana Díaz como ariete), una cuestión de confianza superada por Carles Puigdemont después de que la CUP tumbara los presupuestos de la Generalitat, el bloqueo institucional de Barcelona y la incapacidad de su alcaldesa para tejer alianzas, la aprobación o el acuerdo parlamentario de toda la arquitectura legal que debería permitir desconectar Catalunya de España, la judicialización de la vida política catalana hasta extremos enfermizos por parte del gobierno español y el reiterado compromiso del Govern de realizar un referéndum de independencia antes de que finalice el próximo mes de septiembre son algunos de los momentos determinantes de este año que nos deja.

Momentos de sombras y de dudas. Momentos de divisiones y de rupturas. Momentos de ilusión y de esperanza. Momentos de ambición y de consensos. Momentos de orgullo y de compromiso. Momentos de grandes manifestaciones y de unidad cívica. Momentos de aciertos y de generosidad. Momentos de errores y de egoísmo. Momentos de desánimo y de fracaso. Momentos de esfuerzo y de éxito. Momentos de bajar a los infiernos y de encaramarse a lo más alto.

Así ha sido el 2016: un año lleno de montañas rusas. Pero también un año que acaba bien y que da paso a un 2017 con más interrogantes que el año que nos ha dejado. Pero repleto de ilusión. Ningún año como el que se inicia ha concentrado tantas ilusiones colectivas en manos de una mayoría del Parlament de Catalunya. Nosotros desde El Nacional se lo contaremos lo mejor que sepamos desde una mirada comprometida y ambiciosa. Sabiendo que el 2017 no es, no debe ser, un año más en la historia de Catalunya.