La publicación de las cifras de paro registrado del mas de octubre han dado pie a las primeras interpretaciones catastrofistas de las consecuencias del momento que atraviesa la sociedad catalana. Los portavoces oficiales del Estado, secundados al mismo tiempo por otras instancias, se han apresurado a calificar el incremento del paro de octubre como signo inequívoco de que la economía catalana va por mal camino.

La verdad es que yo no osaría a hacer una afirmación como ésta y menos sin comparar que es lo que ha sucedido en el resto de España. De entrada es cierto que la cifra del paro registrado de octubre no es buena en Catalunya en la medida en que supone un leve, sólo leve, empeoramiento de la tendencia que presentaba esta variable. De hecho, ya desde enero de 2016 el paro no mejoraba sustancialmente manteniendo un ritmo de descenso interanual muy constante, de entre un 11 y un 12%. Este octubre, el ritmo de caída se moderó quedando en un 9,4% ante el 11,2% del mes anterior. Dicho de otra manera y simplificando, la economía catalana parecía perder un poco de ritmo de creación de empleo más allá del efecto estacional.

 

Ahora bien, las cifras para el resto de España son claramente peores. El ritmo de caída del desempleo se modera hasta el 6,7% interanual desde el 9,5% del mes anterior o del casi 18% que se registraba en el mes de mayo. Por lo tanto, la situación parece más complicada fuera de Catalunya que en nuestro país, sobre todo porque la recuperación de la economía estos últimos años no ha sido tanto intensa y ni mucho menos nos ha devuelto al niveles pre-crisis de hace 10 años. Recordamos que mientras en octubre de 2007 en Catalunya había 258.000 parados, este octubre pasado fueron 415.100, es decir, un 60,9% más. En el resto de España, las cifras eran respectivamente de 1.790.600 el año 2007 y de 3.051.900, es decir un 70,4% más.

Ir mal no conviene a nadie. Es cierto que la incertidumbre es mala compañera de la economía pero más cierto me parece que la utilización política interesada de unas cifras en contra de la economía catalana es una irresponsabilidad todavía mayor y, seguramente, más lesiva para el interés general, que la incertidumbre de la situación actual.