Hay hogares que hablan sin palabras. Que cuentan, a través de sus paredes, quiénes los habitan, qué les inspira, cómo entienden la vida. El de Ana Belén y Víctor Manuel, dos de las voces más queridas de la música española, es uno de esos lugares donde el arte, la calma y la historia se entrelazan con naturalidad. En pleno barrio de Chamartín, una de las zonas más exclusivas de Madrid, la pareja vive rodeada de libros, cuadros y recuerdos de más de medio siglo de vida juntos.
A sus 73 y 77 años, respectivamente, Ana y Víctor continúan siendo un referente de elegancia y discreción. Su relación ha sobrevivido a la fama, a las giras, al paso del tiempo. Lo suyo es un amor doméstico y artístico a partes iguales, cultivado entre partituras, películas y conversaciones infinitas. Y su casa, luminosa y silenciosa, parece una extensión de ese mundo compartido.

El interior de la vivienda es un reflejo fiel de ambos: minimalista, cálido y sereno, con una decoración que huye del exceso pero no del detalle. En el salón, un sofá blanco preside la estancia junto a paredes en tonos suaves, mientras los cojines beige y tierra aportan pequeñas pinceladas de color. La luz natural entra a raudales gracias a los amplios ventanales, y sobre la mesa de centro, un ramo de flores frescas rompe la geometría con un toque de vida cotidiana.
Un refugio donde arte y calma conviven con la memoria
Los libros ocupan un lugar de honor. Una gran librería blanca, que recorre casi toda una pared, sirve de escaparate para su vasta colección. Los lomos de los volúmenes, de mil colores, son casi una instalación artística en sí mismos. En cada estante conviven novela, poesía, ensayo y partituras. Un rincón perfecto para las tardes tranquilas, que Ana suele acompañar con su inseparable gata Cleo, su fiel compañera.
Pero lo que realmente define este hogar es el arte. En los muros cuelgan cuadros de distintos estilos, aunque predominan las obras modernas y llenas de color, esas que rompen la monocromía y dan carácter al conjunto. La pareja siente debilidad por las piezas que transmiten energía, por los trazos que respiran emoción. Cada obra tiene su historia, muchas adquiridas en viajes o regalos de amigos artistas.
No falta tampoco un toque natural: un potus de hojas brillantes se descuelga de una estantería y aporta frescura al ambiente. En invierno, la chimenea se convierte en el corazón de la casa; en verano, ese papel lo asume la terraza, su refugio favorito. Allí, entre plantas, madera y cojines mullidos, Ana Belén encuentra la calma necesaria para leer o desconectar del ruido de la ciudad.
Una casa que no busca impresionar, sino reflejar la esencia de quienes la habitan. Arte, serenidad y verdad. Así viven Ana Belén y Víctor Manuel: rodeados de belleza, pero sobre todo, de vida.
