El pasado 13 de abril, el mundo de las letras quedó mudo con el fallecimiento de Mario Vargas Llosa, quien murió en Lima rodeado únicamente por sus hijos y su exesposa, Patricia Llosa. La noticia de su partida impactó profundamente, pero más aún el hecho de que Isabel Preysler y su hija Tamara Falcó fueran deliberadamente excluidas del adiós definitivo. Según fuentes cercanas al entorno del Nobel, el escritor no solo las vetó de su funeral, sino que dio instrucciones precisas de no permitirles ningún tipo de contacto en sus últimas horas.
Fuentes cercanas aseguran que, meses antes de sentir que el final se acercaba, Vargas Llosa contempló la posibilidad de cerrar el ciclo con Isabel Preysler con una última conversación. Intentó, en un gesto de nostalgia o redención, tender un puente que jamás llegó a cruzarse. Sin embargo, sus propios hijos —Álvaro, Gonzalo y Morgana— fueron tajantes: le desaconsejaron cualquier contacto con la socialité filipina, alegando que ella jamás mostró interés real por su bienestar desde la ruptura.
La familia de Vargas Llosa impidió todo contacto con su ex pareja
Lejos de lo que se esperaba de una expareja pública que compartió ocho años, la ruptura entre Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler fue mucho más cruda de lo que se dijo en los medios. A la frialdad mediática le siguió un rechazo familiar absoluto, que hoy, con el fallecimiento del Nobel, ha quedado más expuesto que nunca. La ausencia de Isabel en el velorio no fue casual. Fue una orden.
El entorno más cercano del escritor no dejó cabos sueltos. Consciente de que los medios estarían al acecho y que cualquier gesto podía desatar un escándalo, la familia actuó con frialdad quirúrgica: no solo organizaron una despedida íntima, sin cámaras ni homenajes públicos, sino que también prohibieron expresamente cualquier intento de acercamiento por parte de Isabel o su hija.
Y no fue una reacción de última hora. Desde la mediática ruptura entre Vargas Llosa y Preysler en 2022, el distanciamiento fue absoluto. Si bien se especuló con intentos de diálogo, lo cierto es que el escritor, herido y decepcionado, optó por borrar todo rastro emocional que le uniera a esa etapa de su vida. En los últimos días, cuando su estado de salud se agravó de manera irremediable, fue él mismo quien pidió no verlas, no escucharlas, no despedirse. Nada.
Isabel Preysler y Tamara Falcó: silenciadas y vetadas tras la muerte del Nobel
Mientras en Lima se rendía tributo en privado al autor de La Fiesta del Chivo, en Madrid reinaba un silencio tan incómodo como revelador. Isabel Preysler, sumida en el aislamiento, no emitió declaración alguna, ni siquiera una nota pública de condolencias. Tamara Falcó, por su parte, optó por centrarse en su controvertido matrimonio y evitar cualquier confrontación mediática. La despedida fue fiel al estilo de Vargas Llosa: sobria, íntima y, sobre todo, coherente con sus últimos deseos. La familia optó por velar su cuerpo en la misma residencia donde falleció, evitando cualquier tipo de espectáculo. El Gobierno de Perú decretó duelo nacional, pero dentro del hogar, el ambiente era otro: sereno, protegido y blindado ante todo lo que alguna vez fue mediático y superficial.