A Lola Índigo le brillan los ojos cuando habla de su oficio. No de la fama, ni del reconocimiento, sino del trabajo en sí: las horas de ensayo, las giras, las decisiones que la mantienen en pie. “El gran amor de mi vida siempre va a ser mi trabajo”, dice sin dudarlo en el podcast Bresh. Lo repite como quien afirma algo que ha tenido que aprender a base de golpes y desvelo.

Desde Operación Triunfo hasta los estadios llenos, Lola ha construido su carrera con una mezcla de determinación y vulnerabilidad poco habitual. No olvida que antes que cantante fue bailarina, y que esa escuela le dio la ética que sostiene todo lo demás. “Si no hubiera sido bailarina, no sería quien soy. Me enseñó la disciplina y el respeto por el escenario".

Lola Indigo
Lola Indigo

Del esprint autoimpuesto a la pausa necesaria

Su crecimiento, dice, fue “lento y muy rápido a la vez”. Arrancó más tarde que otros artistas, lo que la llevó a exigirse el doble. “Sentía que tenía que correr un esprint constante para alcanzar todo en el menor tiempo posible”, reconoce. Ese ritmo la llevó al límite. “He dado todo, todo, todo. Y si sigo dándolo todo, no me va a quedar nada".

Después de llenar estadios y girar por medio mundo, ha decidido parar.Necesito tomarme un tiempo introspectivo, escuchar música de otros países, empaparme de cosas nuevas. No puedo seguir posponiendo mi salud mental como si fuera una alarma del teléfono".

La pausa, para ella, no significa rendirse, sino afinar. Saber volver cuando haya algo nuevo que decir. “Ser valiente también es mirar hacia dentro y ofrecer algo precioso cuando vuelvas".

Bailarina primero: oficio, equipo y escenario

Lola mantiene una devoción casi religiosa por el trabajo en equipo. En los ensayos, en las luces, en las pantallas, está en todo. No se concibe a sí misma como una estrella solitaria, sino como parte de un crew. “Yo me cuento entre ellos: somos diecisiete, pues somos diecisiete. Me meto de lleno, soy una más".

Lola Indigo
Lola Indigo

Esa forma de trabajar es su manera de amar. Lo dice sin dramatismo: quien quiera estar con ella debe entenderlo. “Mi pasión siempre ha estado ahí para levantarme del suelo. Cuando nadie más lo hizo, mi trabajo sí. Por eso, quien me quiera tiene que saber que el gran amor de mi vida es esto".

Entre el personaje de Lola y la persona de Mimi hay una frontera difusa, pero ambas se sostienen mutuamente. Cuando sube al escenario, es Lola quien la defiende. Cuando baja, es Mimi quien la protege. Y en ese equilibrio —entre el brillo y el agotamiento, la entrega y la pausa— ha aprendido una lección que suena más madura que cualquier hit: que el trabajo también puede ser una forma de amor, pero solo si sabes cuándo parar para volver a sentirlo.