Leonardo da Vinci fue un genio. Un creador total. Un inventor adelantado a su época. Y, además, era zurdo. Un detalle biográfico que hoy adquiere un nuevo significado gracias a la neurociencia moderna. Lo explica el psiquiatra y neurocientífico Ian McGilchrist, una de las voces más respetadas en el estudio del cerebro humano, en una entrevista para La Vanguardia.

McGilchrist insiste en algo fundamental: los dos hemisferios cerebrales no son iguales. No ven el mundo igual. No lo interpretan igual. “Funcionan juntos, sí. Pero tienen naturalezas distintas”, señala. Esa cooperación constante, casi coreografiada, define nuestra forma de percibir, decidir y crear.

leonardo da vinci
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Los dos hemisferios cerebrales no son simétricos en los zurdos

¿Por qué está dividido el cerebro? El experto lo resume con una imagen poderosa. Los mamíferos necesitaron, desde siempre, hacer dos cosas simultáneas: buscar comida y evitar ser devorados. Una doble tarea que exigió dos modos de atención. Dos formas de procesar la realidad. Dos perspectivas complementarias.

En esa explicación encaja la figura del zurdo. Un perfil minoritario. Apenas un 10% de la población mundial. Para McGilchrist, lo que distingue a estas personas no es solo el lado de la mano dominante, sino la arquitectura cerebral que hay detrás. Y ahí lanza una frase que rompe esquemas: “Las personas zurdas tienen cerebros menos simétricos”.

Esa asimetría no es un defecto. Tampoco una virtud automática. Es, sobre todo, una diferencia estructural. Un rasgo con consecuencias. “Lo inusual tiene un coste. Puede ser ventaja o desventaja”, admite el neurocientífico. De hecho, explica que estos cerebros suelen gestionar mejor el espacio tridimensional y muestran una intuición más afinada. Una sensibilidad espacial y creativa que muchos relacionan con perfiles artísticos… como el propio Leonardo.

Según McGilchrist, el cerebro de los zurdos funciona diferente

McGilchrist detalla algo más. En los zurdos, la interacción entre hemisferios funciona con una lógica que no es tan rígida como en los diestros. Cuando uno se activa, el otro reduce su actividad, pero no de manera simétrica. Trabajan, dice, en un equilibrio dinámico, casi negociado. Y esa forma de coordinarse modifica la percepción, la creatividad y hasta la forma de resolver problemas.

La Gioconda o Mona Lisa, Leonardo da Vinci
La Gioconda o Mona Lisa, Leonardo da Vinci

El propio neurocientífico lleva años investigando este terreno. En su libro El maestro y el emisario, analiza cómo el mundo moderno ha sido moldeado por el hemisferio izquierdo: más técnico, más literal, más mecánico. Desde la Revolución Industrial, sostiene, hemos privilegiado lo útil sobre lo profundo. “Estamos atrapados en una burocracia del pensamiento”, advierte. Ese hemisferio práctico, eficiente, analítico… ha impuesto su lógica.

Por eso fascina tanto la figura de Leonardo da Vinci. Porque su mente parece cuestionar esa hegemonía. Porque su mirada combinaba precisión y poesía. Diagramas y emociones. Matemática y vuelo imaginativo. Y porque, como zurdo, quizá operaba con una asimetría cerebral más flexible. Más libre. Más abierta.

Hoy, la neurociencia no puede reconstruir su cerebro. Pero sí puede mostrarnos algo: que el genio, a veces, nace también de una diferencia. De un cruce inesperado entre hemisferios. De un modo distinto de mirar el mundo.