Desde hace años, Kiko Rivera mantiene viva una guerra abierta contra su madre, Isabel Pantoja, por una deuda que, según sus propios cálculos, asciende a tres millones de euros. Lo que comenzó como un enfrentamiento puntual por la gestión de la herencia de Paquirri se ha convertido en un conflicto que parece no tener fin. Y aunque el DJ ha dejado claro que no quiere ver a su madre en prisión, la tensión entre ambos ha llegado a tal punto que ni los acontecimientos familiares más delicados han logrado acercarlos.

El episodio más mediático de esta disputa se remonta a principios de 2021, cuando Rivera, acompañado por la fallecida Mila Ximénez, lanzó una auténtica bomba en la portada de la revista ‘Lecturas’, declarando que su madre le debía 3 millones de euros. Cuatro años después, no hay constancia de que Isabel Pantoja haya pagado un solo euro de esa cantidad, lo que mantiene la relación completamente rota.

La finca Cantora, el epicentro de la batalla por la herencia

La propiedad de Cantora, ubicada en Medina Sidonia, se ha convertido en el símbolo del conflicto. Heredada de Paquirri, esta finca es un punto de fricción inevitable, ya que Kiko Rivera posee el 47,6% de la propiedad, lo que obliga a Isabel Pantoja a contar con él para cualquier operación de venta o hipoteca. Sin embargo, lejos de generar una oportunidad de acercamiento, Cantora ha sido un foco de reproches y acusaciones sobre deudas y embargos.

Rivera asegura que ha tenido que hacerse cargo de una hipoteca de 1,2 millones de euros que firmó cuando su madre estaba en la cárcel, un préstamo que, según dice, Pantoja dejó de pagar hace varios años, a pesar de que la deuda está a nombre de su hijo. Este hecho ha sido uno de los principales detonantes del resentimiento que el DJ ha expresado públicamente contra la tonadillera.

Kiko Rivera, sin intención de demandar, pero con el conflicto abierto

Aunque reclama la deuda, Kiko Rivera no planea llevar a su madre ante los tribunales. Su objetivo, según sus declaraciones, es que sus abogados contacten con los de la cantante para alcanzar un acuerdo amistoso, aunque el propio Kiko reconoció en ese momento que desconocía quién representaba a su madre, lo que complicó cualquier tipo de negociación. La situación se vuelve aún más tensa por el papel de Agustín Pantoja, hermano y representante ocasional de la artista, a quien Rivera acusa de vivir a expensas de su madre y de obstaculizar cualquier posibilidad de acercamiento. “Soy yo el que no quiere el apellido Pantoja ni con agua caliente”, llegó a sentenciar Rivera, reflejando la magnitud de la fractura familiar.

Hoy, mientras los rumores sobre una posible venta de Cantora resurgen tras la posible mudanza de la tonadillera al Caribe, la relación entre madre e hijo sigue rota. Ni siquiera situaciones familiares significativas, como la hospitalización de la hija de Anabel Pantoja o la comunión de Ana Rivera, hija de Kiko, han sido suficientes para propiciar un acercamiento. El silencio entre ellos parece tan grande como la deuda que los separa.