Katy Perry convive desde hace años con una rutina diaria que va mucho más allá de la simple higiene. La cantante, acostumbrada a escenarios monumentales y a una exposición constante, ha desarrollado una relación muy particular con el cuidado de su dentadura. No se trata de una manía puntual ni de una excentricidad sin más, sino de un hábito que marca su día a día.
Cuando está alejada de los focos, Perry vive pendiente de una sensación de limpieza absoluta. Cualquier mínima incomodidad se convierte en una señal de alarma que la empuja a repetir el gesto una y otra vez. Cepillarse los dientes no es un acto mecánico, sino una respuesta inmediata a una inquietud interna que no siempre sabe explicar.
Una rutina que no da tregua
De este modo, la cantante puede llegar a cepillarse los dientes más de diez veces al día. No sigue horarios fijos ni responde a comidas. Esa necesidad aparece de repente y debe atenderla. Por eso, Katy Perry nunca se puede separar de sus cepillos de dientes.

La realidad es que esta conducta roza el terreno del trastorno compulsivo. No busca únicamente una sonrisa perfecta para el escenario, sino una sensación de control que le permita seguir adelante con normalidad. El gesto se repite como un ritual calmante, casi automático, que le ayuda a reducir la ansiedad en momentos de tensión. Vivir bajo presión constante, con giras interminables y una agenda sin pausas, también deja huella. Eso, en forma de mecanismo que, aunque pueda parecer exagerado, cumple una función para su equilibrio emocional.
Entre la obsesión y el autocuidado
La realidad es que no todo en esta rutina tiene un componente negativo. A diferencia de otras conductas compulsivas, el hábito de Katy Perry se apoya también en una base saludable. El cuidado dental es, objetivamente, positivo. El problema aparece cuando la frecuencia deja de ser racional y se convierte en una obligación difícil de esquivar.
Así pues, detrás de la imagen colorida y despreocupada que proyecta sobre el escenario, Katy Perry lidia con una batalla silenciosa, cotidiana y repetitiva. Una que no se ve en las alfombras rojas, pero que forma parte de su realidad más íntima. Porque incluso las estrellas del pop, en su búsqueda de equilibrio, desarrollan mecanismos propios para seguir adelante, aunque algunos resulten difíciles de entender desde fuera.