Subir a uno de los transportes metropolitanos de Barcelona es, a menudo, una entrada a un mundo donde no sabes qué te espera cuando bajas las escaleras hacia el andén del metro o cuándo subes el escaloncito hacia el bus. De vez en cuando, puedes vivir experiencias peculiares, curiosas o inofensivas, que incluso, te pueden provocar una sonrisa, al mismo tiempo que incredulidad. Le pasó hace tiempo a Toni Clapés al ver una imagen que corría por redes donde un conductor de bus se detuvo en medio de un recorrido, en la calle... porque tenía que ir a echar la primitiva... Con un par. ¿Lo mejor? Los comentarios de una pasajera:  "Pues sí, oye, aquí nos ha dejao el chófer para echarse la quiniela... ¿Qué te parece? Venga, corre, corre, hijo... Ojalá te toque". Maravillosa:

O más recientemente, lo que le pasó a la cómica y locutora de Catalunya Ràdio Charlie Pee, cuando entró a un vagón de metro con su perro y unas gafas de sol redondas y una señora se pensó que era ciega y le dijo si quería sentarse: "Evidentemente, para que no se sintiera idiota he bajado del metro haciendo ver que sí que soy ciega".

Pero muy a menudo, lo que vivimos en un transporte público es francamente desagradable, ya sea con algunos pasajeros intolerantes y maleducados que se piensan que van solos y ponen la música a todo trapo, como le pasó a la actriz Estel Solé; ya sea por algún conductor perdonavidas que parece que disfrute viendo cómo llegas sacando el hígado a la parada y picas la puerta para que te abra, cuando todavía no ha vuelto a ponerse en marcha, y con sus santos... decide que no te abre; ya sea por las deficientes condiciones de los metros o de los autobuses. Y precisamente una compañera de Pee en la emisora pública catalana ha dicho que ya basta. Hablamos de la locutora, influencer y creadora de contenidos audiovisuales Juliana Canet, a quien podemos escuchar cada día copresentando el programa Adolescents iCat.

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Juliana Canet / @julianacanet
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Juliana Canet / @julianacanet

Canet ha estallado indignada, y con razón, por lo que le ha tocado sufrir esta mañana del miércoles cuando ha cogido un autobús en Barcelona, una ciudad que a estas horas, cuando no son ni las 11 de la mañana, estamos a 27 grados. Sí, todavía no estamos en pleno agosto, pero a nadie se le escapa que esta semiola de calor ha llegado de sopetón, después de muchos días con un clima agradable tirando a fresquito, y acostumbrarse de golpe a unas temperaturas como estas no es agradable... Y si ya entramos en un transporte público que se piensan que todavía estamos en febrero, mal vamos. Porque ciertamente, los últimos días seguro que os habrá tocado subir a algún bus que es, directamente, un horno. Y a la Canet se le ha calentado no sólo la cabeza, sino también el buche. Y ha dicho en voz alta lo que muchos pensamos: "Hola TMB. ¿Tenéis previsto poner aire acondicionado en vuestros buses o eso estaré pagando casi tres euros el viaje por un horno con ruedas durante todo el puto verano? No tenéis vergüenza me vienen ganas de pinchar las ruedas de todos vuestros buses":

Ella misma reconoce que "está muy mal escrito pero es que he cogido durante diez minutos un bus de TMB y del calor que hacía se me han carbonizado todas las neuronas. perdonad". No hay nada que perdonar. Puede escribir con todas las faltas de ortografía del mundo que suscribimos punto por punto su comentario. Se puede decir más alto (o mejor escrito), pero no más claro. Los que creemos, como servidor, que el verano es un invento del diablo y no toleramos las altas temperaturas, el bochorno y el calor, lo entendemos perfectamente: a menudo, subir a un bus de Barcelona sin aire acondicionado es como bajar directamente a los infiernos.