Jesulín de Ubrique lleva más de tres décadas formando parte del panorama nacional, en gran parte por su relación con Belén Esteban, además de por su profesión. Hubo un tiempo en el que su nombre era sinónimo de éxito absoluto: llenos hasta la bandera, honorarios astronómicos y una popularidad que traspasaba el mundo taurino para ser uno de los protagonistas del papel couché, y encima de forma indirecta. Era joven, carismático y consciente de su magnetismo. En aquellos años, el torero gaditano se convirtió en un fenómeno social al que nada parecía resistírsele.

Su salto a la fama fue tan rápido como intenso. Empezó a vestirse de luces siendo casi un niño, con solo 16 años, empujado por una necesidad muy concreta: ayudar a su familia. En apenas doce meses consiguió algo que parecía imposible, saldar las deudas de su padre y garantizar una estabilidad económica que nunca antes habían tenido. Con los primeros grandes ingresos llegaron también las compras simbólicas del éxito: una finca, una furgoneta, una casa para sus padres en Ubrique. Todo a una velocidad vertiginosa.
En su momento de máximo esplendor, Jesulín rompió todos los registros. Llegó a encadenar temporadas maratonianas, toreando más de 300 tardes en un solo año. Sus honorarios eran los más altos del escalafón: cerca de 48.000 euros por corrida, cifras impensables para la época. En apenas dos temporadas acumuló ingresos millonarios y arrebató a ‘El Cordobés’ el récord histórico de corridas toreadas en un año. Era el rey del toreo… y lo sabía.
Pero la exposición constante tiene un precio. Su vida personal comenzó a ocupar más titulares que su trayectoria profesional, especialmente tras su relación con Belén Esteban, madre de su primera hija. Aunque siempre ha intentado mantenerse al margen de ese relato mediático, lo cierto es que su nombre quedó ligado para siempre a la prensa del corazón. Con el tiempo, aquella presión lo fue alejando de los focos y endureciendo su relación con los medios.
Jesulín de Ubrique invirtió en combustible
Mientras su figura pública se desgastaba, Jesulín tomó una decisión clave: diversificar. Aprovechó los años de bonanza para invertir en distintos sectores. Probó suerte en la ganadería, en la organización de eventos, en el sector inmobiliario y en el turismo rural. Pero hubo un negocio que destacó por encima del resto y que terminó convirtiéndose en su apuesta más sólida: el combustible.
A través de la sociedad Taurovox SL, fundada en 1996, el torero fue construyendo una red de gasolineras que hoy suma una docena de estaciones, especialmente concentradas en Andalucía. Un negocio discreto, lejos de los focos, pero constante y rentable. Según las últimas cuentas disponibles, la empresa presenta números saneados y beneficios estables, demostrando que, lejos del albero, Jesulín supo jugar bien sus cartas.
Aunque se ha dicho que podría estar en crisis, lo ha desmentido en rotundo. Tiene negocios suficientes como para vivir sin trabajar. Además, su familia también está bien posicionada. Su hermana Carmen Janeiro se instala en Mónaco para emprender una nueva etapa al lado de su marido. Parece que después de invertir en cemento querría involucrarse en el mundo de la banca.
