Ilia Topuria ha decidido que este verano no iba a conocer ni las colas del aeropuerto ni los controles de seguridad. El campeón mundial de UFC se ha subido con su mujer, Giorgina Uzcategui, y sus hijos a un jet privado de esos que cuestan lo mismo que un edificio entero en el centro de Madrid: unos 70 millones de euros. Porque claro, cuando uno se deja la piel en el octágono, el descanso no puede ser en clase turista.
El avión, un Gulfstream G650ER, es básicamente un chalet de lujo con alas: sofás de cuero, camas que parecen sacadas de un resort y espacio de sobra para que los niños jueguen como si estuvieran en el salón de casa. Cada hora de vuelo sale por la nada despreciable cifra de 13.000 euros. Dicho de otra forma: cada turbulencia vale más que el sueldo mensual de mucha gente. Y todo, para celebrar el cumpleaños de la pequeña Giorginita en lo que parece ser el primer “baby jet party” de la historia.
Vacaciones VIP, pero con mucho postureo
El concepto de “viaje discreto” queda completamente anulado cuando tu transporte es una nave espacial del lujo. El jet puede recorrer medio planeta sin parar a repostar y, entre foto y foto para Instagram, la familia posaba con una calma que solo da saber que estás viajando a una altura de 12.000 metros… y sin nadie pidiéndote apagar el móvil.
Topuria, que ya dijo en alguna ocasión que los vuelos comerciales no entran en su agenda, parece haber adoptado el jet privado como su medio de transporte oficial. Entre entrenamientos, contratos y eventos, el tiempo vale oro, y él prefiere invertirlo en horas de sueño a bordo en lugar de esperar en la puerta de embarque. Mientras tanto, Giorgina Uzcategui, empresaria todoterreno, maneja su compañía “Future & Energy” desde Miami y no pierde oportunidad de demostrar que ser madre, influencer y jefa no es incompatible con un poco de glamour a 900 kilómetros por hora.
En casa, el combo familiar se completa con Hugo, hijo mayor de Ilia de una relación anterior, y la pequeña cumpleañera, que con un año ya está acostumbrada a viajar más que cualquier mochilero experimentado. Entre fotos cuidadas al milímetro, celebraciones en el aire y una agenda social que parece una serie de Netflix, la familia Topuria no solo está construyendo recuerdos: está generando contenido para toda una saga de likes.
Así que, mientras la mayoría se pelea por un hueco en la playa o espera que no se cancele el vuelo, Topuria y los suyos despegan en una lección de lujo discret” —si es que eso existe— y dejan claro que este verano la única turbulencia que van a sentir… será cuando el champán haga demasiadas burbujas.