Lo han vuelto a hacer. Nueva brutalidad de El Foraster, absolutamente incontestable las noches del lunes. Lo acredita el despampanante 24% de share y 482.000 espectadores que este lunes por la noche estaban mirando TV3. Pero más allá de cifras, que también, lo que nos sorprende cada semana es como programa tras programa Quim Masferrer y su equipo tienen la capacidad de sorprendernos, enamorarnos, hacernos reír y emocionarnos de mala manera. Y en la Vall de Bianya no ha sido una excepción. Lugar precioso de nuestro país, en La Garrotxa, 1.315 habitantes que viven en el "valle de valles", un entorno espectacular de 94 kilómetros cuadrados, "lo más de lo más, guay del Paraguay", según Imma, el torbellino, la primera persona que se encontró Quim...

Para conocer la buena gente y los paisajes maravillosos, Quim hizo de camarero, visitó un observatorio "que te cagas" en el lavabo de uno de los vecinos, vio ermitas en 'Románico Extremo', caminó descalzo por un bosque húmedo o comprobó cómo una app de reconocimiento facial lo definía como "hombre de 42 años, con barba y pelo castaño que parece ser feliz".

Según la app, Quim es una persona que parece ser feliz. En cambio, a la Rosita le ha costado encontrar motivos para animarse. Ella fue la persona más entrañable de las que conoció, una abuela que nos emocionó a todos con su testimonio sincero, cerca de una chimenea, donde ella se sienta a menudo en su casa. Allí, al lado del fuego, reconoció que el fuego que hay desde hace unos meses en la guerra de Rusia y Ucrania la tiene con el corazón en un puño: "Ahora no miro la televisión, sólo hay que guerra... porque yo lo he vivido de pequeña y eso me recuerda muchas cosas". Como si fuera uno de los abuelos que busca Eloi Vila en el magnífico Quanta guerra!, Rosita explicó su experiencia vital en la Guerra Civil con los refugiados: "Los refugiados, después los soldados prisioneros... este es un recuerdo negro cuando yo tenía entre cuatro y cinco años. En casa, era grande, en la parte que no había nadie la llenamos de gente, era lógico, como los que vienen ahora, que se tienen que ir recogiendo. Ahora sufro por la gente que ahora lo está pasando. Eso me hace mucha pena, y niños que vienen con el teléfono apuntado en el dedo, que no tienen a los padres que los acompañan ni nada... eso es muy fuerte". Quim le pregunta como ve el mundo y ella, sincera, reconoce que "un poco negro, más negro que esta mascarilla que llevas":

Rosita, sin embargo, se equivoca. Es cierto que el mundo se ve negro por culpa de algunos impresentables que gobiernan, por las guerras, por ver refugiados, muchos de ellos niños, y tantas y tantas cosas de nuestra sociedad que es lamentable que hoy en día estén pasando. Pero con personas como ella, el mundo es un poco menos negro.