En Japón suenan todas las alarmas por la salud de la emperatriz Masako. Se difundieron unas imágenes con motivo de su 62 cumpleaños. La Agencia de la Casa Imperial publicó el pasado martes una fotografía donde se puede ver a la consorte del emperador Naruhito con una sonrisa y un gesto relajado, algo que dio pie a interpretar que se estaba recuperando y se encontraba más estable después de sus serios problemas de salud.
Sin embargo, todo podría ser un papel para zanjar rumores. La realidad sería totalmente diferente. Se habla de lo que los medios occidentales han llamado como “la mariposa de alas quebradas”. Masako ha sido durante décadas una figura simbólica de las tensiones que puede generar la vida dentro de la estricta institución imperial japonesa. Se casó con el entonces príncipe heredero, se tuvo que adaptar a un entorno que no era el suyo, con normas inflexibles y sufrió un aislamiento social que provocó un vaivén en su bienestar emocional.
Masako padece una depresión
Sufrió duros episodios de salud en años anteriores que la alejaron completamente de la vida pública, lo que alimentó todo tipo de rumores. Justo el día de su cumpleaños, la Casa Imperial emitió un comunicado donde actualizaba el estado de salud de la emperatriz. Señalan que Masako “"continúa con su tratamiento médico de acuerdo con las directrices establecidas", destacando que, aunque existe una evolución positiva, su condición sigue siendo inestable.
Hace unos años hablaron de “dificultades de adaptación” a su nuevo entorno. Un término con el que intentan hablar de la realidad, sufre una fuerte depresión. Los médicos piden reposo absoluto y prudencia, ya que Masako puede sufrir las consecuencias de un cansancio prolongado por tantos actos oficiales.
Esto explicaría su ausencia de muchos de los actos públicos más relevantes, como la boda de Felipe VI y Letizia en España en 2004. La vida de Masako dio un giro radical cuando se vio obligada a casarse. Ella tenía otra vida en su cabeza, era una diplomática prometedora formada en universidades de prestigio como Harvard y Oxford, con una carrera en ascenso en el Ministerio de Asuntos Exteriores japonés. Cuando se casó con Naruhito tuvo que dejarlo todo.
El propio emperador ha hablado en alguna ocasión de la salud de su esposa, alejando que “presenta altibajos” y que la fatiga puede prolongarse más de lo esperado en actos oficiales. Realmente, Masako no es feliz al lado de su esposo ni con la vida que le ha tocado vivir, pero no le ha quedado más remedio que aceptar.
