Elton John siempre ha entendido la imagen como una extensión directa de su personalidad. No como un complemento, sino como una parte de su personalidad. Por eso, cuando se habla de su vestuario o de su puesta en escena, hay un elemento que destaca por encima del resto y que define mejor que ningún otro su manera de estar en el mundo, como lo son las gafas. Hablamos de una colección que desborda cualquier lógica convencional y lo que sea imaginable.
Y es que el músico británico no guarda sus gafas en cajones ni en armarios discretos. En su mansión, este accesorio ocupa un puesto clave en su vida, como si se tratara de una galería privada dedicada a contar su historia a través de monturas imposibles y diseños irrepetibles.
Una colección que es identidad
De este modo, Elton John ha reservado una habitación entera únicamente para sus gafas. Un espacio diseñado a medida, con vitrinas especiales y una organización milimétrica que le permite elegir cada día qué versión de sí mismo quiere mostrar. No se trata de acumular por acumular, sino de convivir con una colección que forma parte de su ADN artístico.

La realidad es que muchas de esas gafas no existen fuera de su universo. Algunas han sido diseñadas exclusivamente para él, pensadas para escenarios concretos, épocas distintas o momentos clave de su carrera. Cada montura cuenta algo. Cada forma exagerada, cada color imposible, responde a una etapa vital. Y es que, para Elton, ponerse unas gafas no es un gesto automático. Es una decisión creativa. Un ritual previo a salir al mundo. Por eso necesita verlas, tocarlas, sentirlas cerca. La habitación no es un almacén, es un archivo emocional.
Cuando el hogar viaja contigo
Además, esta obsesión no se queda en casa. Durante una de sus giras internacionales, el cantante decidió llevar consigo toda la colección. Necesita llevarlas odas. El despliegue fue tal que exigió que en el hotel de destino se habilitara una habitación exclusiva para alojarlas exactamente del mismo modo que en su mansión. De este modo, Elton John trasladó su santuario personal a miles de kilómetros de distancia. Las gafas debían estar ordenadas, visibles y accesibles. Como si el escenario no pudiera existir sin ese paso previo. Como si cambiar de país no implicara renunciar a su ritual.
Y es que, detrás de la extravagancia, hay una idea muy clara: el artista necesita reconocerse cada día antes de enfrentarse al público. Sus gafas no son un capricho, son una armadura. Así pues, mientras otros guardan recuerdos en cajas, Elton John los exhibe en vitrinas. Porque en su mundo, mirar el pasado, a través de 250.000 gafas, es también una forma de seguir creando presente.