La gira Las mujeres ya no lloran continúa recorriendo Latinoamérica, y cada ciudad recibe a Shakira como si fuera la primera vez. En Quito, el Estadio Olímpico Atahualpa vibró desde el instante en que las luces se apagaron. Exactamente a las 21:48 del 8 de noviembre de 2025, la cantante irrumpió sobre el escenario con un atuendo plateado repleto de destellos y gafas oscuras, rodeada de sus bailarinas y de un grupo de fans que obtuvieron un lugar privilegiado en la famosa Caminata de La Loba. El estallido del público fue inmediato, dando paso a un ambiente que no decayó en ningún momento.

La colombiana abrió el espectáculo con La Fuerte, seguida de Girl Like Me y el clásico Las de la intuición. Pero fue con Estoy aquí cuando el estadio entero se transformó en un gigantesco coro improvisado; no había una sola persona que no cantara, desde la cancha hasta la última grada. Con casi dos horas de concierto, Shakira recorrió distintas etapas de su discografía. En un momento especialmente comentado por los asistentes, se retiró hacia el camerino mientras seguía cantando Puro Chantaje, y las pantallas mostraron el trayecto en directo hasta su siguiente cambio de vestuario.
Uno de los segmentos más emotivos llegó con imágenes de archivo de la Shakira de cabello oscuro y estilo rockero, antesala perfecta para Pies descalzos y un homenaje a sus primeros años. La puesta en escena combinó luces, pantallas de gran formato y una pasarela que atravesaba la cancha, permitiendo a la artista acercarse a sus seguidores. Los brazaletes distribuidos al ingreso se iluminaban al compás de cada tema, generando una atmósfera sincronizada y envolvente.
Las locuras de los fans por ver a su ídola
Entre los asistentes hubo historias de todo tipo: viajes contrarreloj, largas horas en carretera y sacrificios económicos para estar presentes. Una de las más llamativas fue la de Dulceida Rivera, una fan que se convirtió en sensación entre el público. Según contó, para comprar las entradas más exclusivas no solo vendió su coche: también hipotecó su casa. “Vale cada centavo. Esto lo espero desde hace años”, decía emocionada, mientras mostraba orgullosa su entrada VIP.
También hubo quienes recorrieron miles de kilómetros por unas pocas horas de concierto. Viajeros desde Estados Unidos, familias enteras que condujeron durante la madrugada y amigas que ahorraron durante meses renunciando a compras y salidas, todo con tal de ver de cerca a su ídolo.
La emoción alcanzó un punto especial con Antología, acompañada por brazaletes que cambiaban de color al ritmo de la melodía. Más adelante, una enorme loba inflable se alzó en el escenario mientras caían los ya tradicionales “shakidólares”, marcando el inicio de Las mujeres ya no lloran, himno de esta gira mundial.
Entre canción y canción, Shakira compartió un mensaje de libertad emocional: “Se puede ser feliz de muchas formas, lo importante es sentirse libre”. El público respondió con un aplauso que retumbó en todo el estadio.
La recta final estuvo cargada de nostalgia, con temas como Si te vas, Ojos así, Dónde estás corazón y otros clásicos que marcaron distintas generaciones. Un auténtico repaso a treinta años de carrera que dejó claro que la conexión de Shakira con su público sigue tan fuerte como siempre.
