A sus 82 años, Carmen Thyssen ha dado un paso inesperado: deja de ser oficialmente la baronesa Thyssen-Bornemisza. Después de décadas bajo los focos y rodeada de lujo, la coleccionista de arte ha optado por un cambio que refleja su nueva etapa: discreción, tranquilidad y cuidado del patrimonio familiar.

Desde hace años, Carmen vive en Andorra, donde ha encontrado un refugio ideal. Alejada del bullicio social que marcó su vida durante décadas, disfruta de un ritmo más pausado. Su residencia en el país vecino no es casual: combina privacidad con ventajas legales que le permiten proteger su legado económico y gestionar sus propiedades con mayor libertad.

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Carmen Thyssen

Carmen Thyssen renuncia a su título de baronesa Thyssen-Bornemenizsa

La decisión de renunciar a su nacionalidad suiza y adoptar la andorrana tiene implicaciones directas. Al hacerlo, Carmen pierde el derecho a usar el apellido compuesto Thyssen-Bornemisza, base legal de su título nobiliario. “El procedimiento conlleva la cancelación inmediata de pasaporte y documentos expedidos bajo ese nombre”, explica el experto Nacho Gay. Así, la baronesa se convierte simplemente en Carmen-Thyssen.

El cambio responde a cuestiones prácticas y familiares. La coleccionista busca proteger a sus nietas y equilibrar la herencia. “Si la herencia se repartiera en Suiza, a Borja le tocaría más que si se gestionara en Andorra”, señala Gay. Con esta estrategia, Carmen asegura que sus bienes se distribuyan de manera más equitativa y que su patrimonio permanezca bajo control familiar.

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Carmen Thyssen

 Vida tranquila en Andorra

Aunque ha dejado atrás el título, su influencia en el mundo del arte sigue intacta. Durante los años 90, su nombre encabezaba portadas y revistas de sociedad. Vivía entre villas europeas, museos y eventos exclusivos, siempre acompañada por su marido Heini Thyssen. Hoy, sin embargo, prefiere la calma. No hay viajes constantes ni recepciones. Solo arte, familia y tiempo para sí misma.

Carmen mantiene un estilo de vida elegante, pero más contenido. Sus propiedades siguen siendo numerosas, y sus obras de arte generan ingresos estables, incluyendo aproximadamente 6,5 millones de euros anuales por alquileres al Estado español. Sin embargo, la ostentación ha quedado atrás. El foco ahora está en la gestión prudente de su legado.

Su nuevo nombre le permite continuar firmando obras y documentos sin comprometer su identidad artística. El cambio formal en el registro civil asegura que pueda mantener actividad profesional sin fricciones legales. Aunque el título desaparece, su nombre sigue siendo sinónimo de arte, cultura y poder familiar, y su figura continúa siendo referencia en el mundo de la colección artística.