Desde que María Teresa Campos falleció el 5 de septiembre de 2023, la calma no ha vuelto al clan familiar. Lejos de homenajes y lutos discretos, la disputa por el emblemático ático en Pedregalejo ha encendido las alarmas. La propiedad, de 175 metros cuadrados, cuatro habitaciones y una terraza con vistas al Mediterráneo, ha pasado de ser un santuario emocional a un punto de fricción entre sus herederas: Carmen Borrego y Terelu Campos.
Mientras que Carmen ya habría manifestado a su círculo más íntimo su intención de vender el inmueble, Terelu se mantiene firme en su negativa, escudándose en la memoria de su madre y en el valor sentimental del lugar. La fricción entre ambas es tan tensa como silenciosa. Aunque intentan mantener la fachada de unidad ante las cámaras, fuentes cercanas aseguran que el enfrentamiento es real y profundo.

Herencia dividida: Carmen Borrego busca liquidez, Terelu invoca el legado
La cifra no es despreciable: la casa podría alcanzar los 900.000 euros en el mercado actual. A cada hermana le correspondería aproximadamente la mitad. Y aunque en privado ambas reconocen las necesidades económicas que atraviesan, la venta del ático representa mucho más que una transacción inmobiliaria. Carmen ve una oportunidad clara de refrescar sus finanzas, mientras que Terelu insiste en que esa vivienda “no tiene precio”.
Durante los últimos años, la casa ha funcionado como un templo familiar, un lugar donde ambas hermanas suelen refugiarse en Semana Santa con sus respectivos hijos, buscando recrear el calor familiar que María Teresa imprimía en cada rincón. Para Terelu, no es solo un inmueble, sino una parte importante de su historia, una expresión de su pasado. Sin embargo, Carmen, más práctica y menos nostálgica, piensa que mantener el piso cerrado durante la mayor parte del año no tiene sentido y que la casa debería tener una nueva vida, aunque eso signifique despedirse de ella.
El silencio de Terelu es su grito más potente: no hay venta, ni ahora ni nunca
En declaraciones recientes, Terelu ha evitado pronunciarse de forma explícita, pero ha dejado claras sus intenciones. Para la hija mayor de María Teresa, deshacerse del ático sería deshonrar la memoria de la mujer que les dio todo. Aunque no existen cláusulas escritas que impidan la venta, la moral y la lealtad familiar pesan como una losa.

La decisión de mantener el ático sin vender parece, por ahora, definitiva, pero los rumores sobre presiones internas no cesan. Algunos allegados aseguran que Carmen estaría intentando convencer a su hermana con argumentos económicos, incluso proponiendo el arrendamiento temporal de la propiedad. Sin embargo, Terelu Campos habría respondido con rotundidad que la casa no se toca.
En un entorno donde las herencias casi siempre desencadenan conflictos, las Campos intentan mantener la compostura. Pero la tensión es evidente. El ático de Málaga se ha convertido en el epicentro de una batalla de valores, donde la emocionalidad de Terelu choca con el pragmatismo de Carmen. Por ahora, la casa sigue en pie… pero la unidad familiar empieza a resquebrajarse por sus cimientos.
Si algo está claro es que María Teresa Campos dejó algo más que una propiedad: dejó una historia, una carga y un símbolo. Y mientras una hermana quiere cerrar el capítulo vendiendo el ático malagueño, la otra se aferra a él como si fuera lo único que les queda.