El apellido Pombo se ha convertido en sinónimo de éxito en redes sociales, lujo y apariciones mediáticas. Sin embargo, no todas las historias dentro del clan brillan con la misma intensidad. Lejos de las portadas cuidadosamente diseñadas por María, Marta y Lucía Pombo, emerge la figura de Blanca Pombo, la prima incómoda, la que ha preferido mantenerse fiel a su esencia, aunque eso signifique cargar con la etiqueta de ser la oveja negra de la familia.
A sus 25 años, Blanca ha construido un perfil que nada tiene que ver con la exposición desmedida de sus primas. Mientras ellas han transformado su vida en un escaparate público, ella se ha mantenido entre dos mundos: la discreción académica y su pasión por la música. Y esa dualidad, sumada a un conflicto familiar que amenaza con fracturar al clan para siempre, la ha convertido en el centro de una tormenta mediática que no deja de crecer.
Blanca Pombo y su vida lejos del escaparate influencer
Lo que comenzó como un pasatiempo en redes sociales, pronto se convirtió en un proyecto profesional. Con más de 100.000 seguidores en Instagram, Blanca combina su vida como futura docente con su faceta de creadora de contenido. Pero, a diferencia de las hermanas Pombo, no ha buscado la fama a cualquier precio. Su elección académica es clara: está a punto de culminar un doble grado en Educación Primaria e Infantil, un camino que la sitúa a años luz del modelo de negocio de sus primas. Su gran pasión, sin embargo, está en la música. Desde niña se formó en canto, solfeo y piano, y en mayo de 2024 dio su primer concierto en la sala Moby Dick de Madrid. Allí, sin necesidad de la maquinaria comunicacional de su apellido, comenzó a consolidarse como artista emergente.
La guerra Pombo: negocios, funerales y desplantes públicos
Ahora bien, la aparente calma del universo Pombo saltó por los aires a raíz de un conflicto empresarial. La disputa por un restaurante en Madrid enfrentó directamente a los padres de las influencers con el de Blanca y su hermano Guillermo. El negocio quedó en manos de Papín, el padre de María, Marta y Lucía, lo que provocó heridas imposibles de cerrar. El punto álgido llegó durante el funeral de la abuela Marilis en marzo de 2024. Frente a cámaras y familiares, Blanca rechazó el saludo de María, en un gesto que evidenció que la fractura iba mucho más allá de los negocios. Mientras en el documental de las Pombo se pintaba la escena como un desplante frío, Blanca optó por el silencio, enviando un mensaje aún más potente: no todos los secretos familiares deben convertirse en show.
En octubre de 2024, con el estreno de la tercera temporada del reality de las Pombo, el conflicto volvió a los titulares. Pero Blanca no cayó en la trampa mediática. En redes sociales lanzó un mensaje breve, casi enigmático: “Estoy muy muy tranquila. Mi entorno y yo sabemos cuál es la verdad”. Con esas palabras se distanció de la versión pública de sus primas y dejó claro que no piensa convertir su vida en contenido para ganar seguidores. Ese silencio calculado la ha convertido en la voz disidente del clan Pombo, la que se atreve a señalar que existe “otra realidad” distinta a la que muestran los documentales.