Las fotografías oficiales de Isabel II siempre fueron icónicas. Su elegancia y su presencia iluminaba cualquier lugar. Sin embargo, la fallecida soberana británica tenía un gran complejo con una parte de su cuerpo, por lo que les prohibía a los fotógrafos que le tomaran fotos a esa parte de su cuerpo. Se trata de sus manos, la zona de su cuerpo que ella más detestaba. De hecho, resulta curioso que, en su última fotografía antes de morir junto a Liz Truss, lo que más llamó la atención fue una de sus manos, dado que presentaba un evidente hematoma de color negro, una lesión que manifestaba los graves problemas de salud que estaba padeciendo.

En el último episodio del podcast ‘Tea with Twiggy’, el fotógrafo británico John Rankin Waddell desveló que a Isabel II no le gustaba que le tomaran fotos en sus manos desnudas, por lo que siempre recurría al uso de guantes en sus apariciones públicas. Este fotógrafo, famoso por haber trabajado con Kate Moss, David Bowie y Madonna, fue uno de los 10 artistas que fueron seleccionados para captar la esencia de la soberana en un retrato oficial con motivo de la conmemoración de su Jubileo de Oro en 2002. De acuerdo con sus declaraciones, Rankin quería retratar a Isabel II en el Salón del Trono del Palacio de Buckingham mientras sostenía una espada entre sus manos. Sin embargo, cuando él le propuso esta idea a la reina, ella contestó: “No me gustan mis manos”.

Esta respuesta impactó al fotógrafo, dado que no se esperaba que Su Majestad se sintiera insegura con alguna parte de su cuerpo, dado que él sintió “una ola de empoderamiento” cuando Isabel II entró triunfante a dicho salón del Buckingham Palace. En el podcast, Rankin aseguró que, en todos sus años como fotógrafo, “nunca había sentido esa aura. Era tan graciosa, desde el momento en que entró”. El fotógrafo indicó que investigó durante mucho tiempo a la reina antes de fotografiarla, pues esperaba captar “realmente su gran sentido del humor”.

La reina Isabel ocultaba sus manos, pero engalanaba las fotos con su gran sonrisa

En la entrevista, el fotógrafo británico indicó que Isabel II era una mujer “tan inteligente” que “todo lo que decía tenía un giro increíble”. Y aunque no pudo conseguir una foto de la reina con sus manos desnudas, sí consiguió captarla con una sonrisa genuina, dado que “ella realmente se está riendo en mi foto”, confesó Rankin. De hecho, esta foto fue tan memorable que el Palacio de Buckingham lo contacto para indicarle que su fotografía había sido una de las favoritas de la reina, por lo que no fue necesario que posara con una espada en sus manos para marcar una verdadera diferencia con relación a los otros 9 fotógrafos que fueron convocados.

De acuerdo con Conelia James, la fabricante de los guantes de la reina desde la década de los 40, los guantes eran un accesorio infaltable en su estilismo, dado que se había convertido en su sello personal al igual que sus sombreros y sus llamativos trajes.