El nombre de Mariana Aróstegui no deja indiferente a nadie. Bióloga, nutricionista e investigadora, se ha convertido en una de las voces más críticas del panorama actual de la salud. Su más reciente intervención en el pódcast Salud Imparable-Longhealthvity, ha desatado polémica al señalar que los niños enferman con frecuencia no porque sean débiles, sino porque su sistema inmune necesita exponerse y fortalecerse. Una declaración que, aunque científicamente respaldada, desafía la forma en que muchos padres entienden la salud infantil.
Lo que Aróstegui pone sobre la mesa es un debate que incomoda: ¿estamos criando a los niños en un ambiente desfavorable que no les permite desarrollar defensas naturales? Para ella, la respuesta es clara y dolorosa. Desde el embarazo hasta la primera infancia, los pequeños heredan un ecosistema corporal cargado de tóxicos, estrés y desnutrición silenciosa, lo que los vuelve vulnerables desde el inicio.

Microbiota infantil: la trinchera invisible contra las enfermedades
Durante la charla, Aróstegui dejó caer una frase que ha levantado ampollas: Las infecciones en la infancia son procesos de limpieza. A su juicio, los resfriados, gripes y malestares que asustan a los padres forman parte de un mecanismo biológico necesario para reforzar el organismo. Sin embargo, advierte que lo preocupante no son esos episodios pasajeros, sino la creciente cronificación de enfermedades en edades cada vez más tempranas.
La especialista en microbiota explica que, lejos de ser un enemigo, el universo microbiano que habita en el cuerpo humano es nuestro mejor aliado. La falta de contacto con la naturaleza, las dietas basadas en ultraprocesados y el abuso de antibióticos estarían arrasando con la diversidad bacteriana de los niños, generando un terreno fértil para las enfermedades autoinmunes, como el lupus eritematoso sistémico, la enfermedad celíaca y la tiroiditis de Hashimoto, además de la inflamación crónica.

Tóxicos modernos y crianza: un cóctel explosivo para la salud
Aróstegui fue más allá y denunció un panorama inquietante en la crianza contemporánea. Señaló que la exposición a cosméticos, perfumes, disruptores endocrinos y ondas electromagnéticas ya afecta desde la gestación. Según la experta, las madres actuales transmiten una carga tóxica que compromete el sistema inmune de sus bebés incluso antes de nacer.
A esto se suma la falta de prácticas fundamentales como el parto vaginal o la lactancia materna, que aportan bacterias esenciales para la maduración del sistema inmune infantil. De acuerdo con sus declaraciones, si desde el inicio el niño no recibe las herramientas básicas para formar una microbiota fuerte, el camino está marcado hacia enfermedades crónicas.
El discurso de la Dra. Aróstegui no se quedó en la denuncia. También ofreció soluciones contundentes: volver a lo simple. Priorizar la exposición solar, el juego al aire libre y el contacto con la naturaleza, mientras se minimiza la exposición a las pantallas. Este mensaje actúa como un severo recordatorio a los padres modernos de que la verdadera prioridad no es la sobrecarga de actividades académicas o tecnológicas, sino garantizar un ecosistema de vida sano que ofrezca protección a largo plazo. Y en esa lucha, la microbiota es la primera línea de defensa. Sus declaraciones no solo han sacudido el debate médico, sino que ha encendido las alarmas sobre un hecho incómodo: cada generación nace más enferma y más expuesta, y la responsabilidad de revertir esta tendencia recae en las decisiones de hoy.