Tras un verano de vacaciones en Palma de Mallorca, lejos de los estrictos horarios militares, y Grecia, también alguna escapada con algún nuevo amor, la heredera al trono regresa a su formación en la Academia General del Aire en San Javier (Murcia) con la misma sombra que la persigue desde el inicio: su baja forma física. Será la próxima semana.

No es ningún secreto que Leonor, hija de Felipe VI y Letizia nunca ha mostrado interés real en la vida castrense, es una obligación como futura Jefa de Estado. Para ella, el paso por el Ejército de Tierra, la Armada y ahora el Aire es un trámite obligado, no una vocación.
Los reyes lo saben y han intentado inculcarle disciplina, pero Leonor tiene su propio carácter. Este verano, mientras sus compañeros mantenían el ritmo de preparación, la princesa se dedicó a descansar, viajar y disfrutar de su círculo íntimo sin apenas tocar unas zapatillas deportivas. Sus padres le habrían pedido que siguiera entrenando para no arrancar el curso en desventaja, pero según ha trascendido, Leonor habría hecho oídos sordos. Una desobediencia que ya preocupa en Zarzuela.
El trato de favor hacia Leonor volverá a suceder en Murcia
La escolta que la acompaña las 24 horas ha enviado informes al jefe de la Casa Real alertando de un claro empeoramiento físico. La joven, dicen, se cansa con facilidad y no consigue completar los mismos ejercicios que el resto de cadetes. Se repite la misma historia de Zaragoza y del buque escuela de la Armada: indulgencia total. Leonor recibe medallas y condecoraciones, aunque su rendimiento sea inferior. Nadie se atreve a suspenderla, porque la heredera al trono no puede permitirse un fracaso público.
En San Javier, la exigencia será todavía mayor: saltos en paracaídas, entrenamientos de vuelo y maniobras que ponen a prueba tanto la resistencia física como la mental. Los instructores ya conocen el caso y, como ocurrió en los años anteriores, se preparan para hacer la vista gorda. Una especie de simulacro de formación que todos saben que no tiene consecuencias reales para su futuro académico ni institucional.
El contraste con sus compañeros es evidente y molesto. Mientras otros cadetes sueñan con hacer carrera en el Ejército, Leonor cuenta los meses para cerrar esta etapa y empezar la universidad. La imagen que proyecta a la opinión pública es la de una princesa a la que todo se le perdona, incluso la desobediencia a sus propios padres. Una situación incómoda para Felipe y Letizia, que temen que cada curso militar acabe reforzando más la idea de que su hija no está hecha para la dureza del uniforme.
En la Academia General del Aire todo está listo para recibirla, pero en Zarzuela la preocupación aumenta. El “expediente Leonor” sigue abierto y las dudas sobre su verdadera preparación, también.
