En la Casa Real vuelve a agitarse el avispero. Y todo por una idea que, de confirmarse, podría sacudir titulares durante meses. El rey emérito Juan Carlos I estaría valorando dar un paso inédito: contar su vida en Netflix. No en un documental improvisado, sino en una miniserie de gran presupuesto, al estilo de The Crown.
El proyecto no sería cualquier cosa. Se habla de seis episodios. Un repaso a décadas de reinado, desde la Constitución hasta la modernización del país. Pero también con espacio para los capítulos más incómodos: investigaciones fiscales, amistades peligrosas y romances que llenaron portadas, como los de Corinna Larsen o Bárbara Rey.

El rey emérito Juan Carlos I apunta a Netflix
La cifra que circula impresiona: unos 20 millones de dólares para sacarlo adelante. Y en las sombras, un nombre que no pasa desapercibido: Abderraman El Assir, viejo amigo del emérito y traficante de armas, señalado como uno de los posibles impulsores de la idea, según ha señalado Juan Luis Galiacho.
En Zarzuela, la reacción ha sido inmediata. Felipe VI no quiere ni oír hablar del tema. Llamó a su padre y le lanzó una advertencia directa: si firmaba cualquier contrato, no volvería a pisar España. Para un Juan Carlos que sueña con volver de forma permanente, la amenaza es seria.
Pero Felipe no solo tiene frente a sí a su padre. También a sus hermanas. Las infantas Elena y Cristina apoyan totalmente al emérito. Creen que tiene derecho a decidir sobre su propia vida y que su hermano está siendo injusto. No es la primera vez que hay roces por la manera en que Felipe maneja los asuntos familiares.
Los Urdangarin y los Marichalar quieren que se haga el documental
Mientras los adultos discuten, los nietos del emérito lo viven de otra manera. Los Urdangarin y los Marichalar se lo toman a broma. Se imaginan a su abuelo como protagonista de una producción global, con actores interpretando las escenas más polémicas. Ríen, comentan posibles títulos, y hasta apuestan sobre qué capítulos harían enfadar más a Letizia.

Porque si hay alguien a quien la idea no haría ninguna gracia, esa sería la reina. La relación entre ella y los sobrinos políticos es inexistente. No se oculta que no le tienen cariño. Y ellos lo saben. El simple hecho de imaginarla lidiando con titulares internacionales sobre los escándalos del abuelo les resulta divertido.