El verano de la reina Sofía está siguiendo el patrón de los últimos años. Cuando el calor empieza a ser más potente, la emérita pone rumbo hacia el palacio de Marivent acompañada, normalmente, de su hermana Irene. Las griegas son cada vez más inseparables y próximas, hasta el punto de convertirse en el único apoyo de la otra. Mallorca es su refugio preferido, de hecho se ha llegado a decir que se mudará allí bastante pronto. Y aquí lo hemos vuelto a ver de nuevo, aunque los últimos acontecimientos han provocado que llegara más tarde que otros años.

El escándalo Corinna sacudió la Casa Real y ha hecho que los eméritos se escondan y desaparezcan. Juan Carlos I optó por recluirse en un coche para que la prensa no le mareara, mientras no se sabía absolutamente nada de su mujer. Pero la tradición es la tradición, y Sofía no podía perderse el verano mallorquín. Además, ir con Felipe y Letizia era una buena manera de intentar demostrar que todo va bien dentro de la familia.

La imagen del reencuentro de Sofía y Letizia no podía ser más original: juntas en el Mercado del Olivar visitando los puestos con Leonor y Sofía. Las cuatro iban de compras con gafas de sol, camisa de flores y bermudas: bien sonrientes y como si el espectáculo delante de la catedral de Palma estuviera olvidado. Ventilador en mano, Sofía evidenció que es una buena conocedora de los tipos de pescados, y se mostró muy simpática ante los vendedores.

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Pero esta no ha sido la única salida que han hecho suegra y nuera. También se han dejado ver cenando juntas, presidiendo un acto e incluso dando un paseo en un lujoso yate.

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Pues bien, esta operación hipocresía ya ha acabado. Felipe, Letizia y las niñas se marcharon de la isla para arrancar una semana de vacaciones a un destino desconocido. Juan Carlos sigue escondido. La infanta Cristina tiene suficiente en ir visitando a Iñaki Urdangarin en la cárcel. Y la infanta Elena sigue descansando durante su mes libre. Con todo, en el palacio de Marivent sólo queda la reina Sofía y su hermana la infanta Irene.

La emérita alcanza la temporada veraniega aprovechando los últimos días de agosto allí, paseando por las calles más céntricas, comprando en centros comerciales y comiendo helados. Todo vale para intentar olvidar la dramática situación en la que su marido la hace vivir. ¿La diferencia con la semana pasada? Que ahora ya es libre y puede decir adiós a las sonrisas falsas.