Durante años, la Casa Real ha mantenido un silencio sepulcral sobre uno de los secretos más íntimos de la reina emérita: Sofía de Grecia, símbolo de compostura y dignidad, no compartía su lecho con el rey Juan Carlos I… sino con otra persona. Y no se trata de un escándalo de infidelidad al estilo del monarca, sino de una historia cargada de dolor, sacrificio y, sobre todo, sororidad. La protagonista de este lazo tan inquebrantable es su hermana menor, Irene de Grecia, quien ha sido su compañera de habitación, de confidencias y, durante más de cuatro décadas, de cama.

En un Palacio de la Zarzuela donde las apariencias lo eran todo, las dos hermanas decidieron refugiarse la una en la otra. Mientras Juan Carlos I acumulaba amantes y escándalos que dejaban en ridículo a la monarquía española, Sofía optó por el silencio, la lealtad y el servicio a la Corona. Ahora bien, la llegada de Irene de Grecia a Zarzuela tuvo lugar en 1975, inicialmente como una visita temporal de “cinco días” tras la muerte de Francisco Franco. Hoy, medio siglo después, sigue allí. Y lo que comenzó como una estancia improvisada se transformó en un pacto silencioso entre dos mujeres que lo compartieron absolutamente todo… incluso el colchón.

Irene de Grecia
Irene de Grecia

La estrecha relación entre Sofía e Irene: una convivencia secreta basada en la dependencia emocional

Aunque para muchos resulte insólito, la reina Sofía y su hermana dormían juntas en la misma cama matrimonial, no por necesidad, sino por la profunda dependencia emocional que las unía. Años de soledad, traición y humillación pública por parte de su esposo llevaron a Sofía a buscar en su hermana la paz que el rey le negó. Irene no solo renunció a tener una vida independiente, sino que también abandonó cualquier posibilidad de matrimonio o maternidad para convertirse en la sombra fiel de su hermana mayor.

Durante décadas, este acuerdo tácito fue guardado como un asunto privado, alejado del ojo público. Sin embargo, fuentes cercanas a Zarzuela confirman que Irene se convirtió en la figura más estable de la vida de la reina emérita. Mientras Juan Carlos I viajaba con Corinna Larsen y otras tantas, Sofía encontraba consuelo en esa cama compartida que se transformó en su única zona segura.

La reina Sofía e Irene de Grecia
La reina Sofía e Irene de Grecia

El deterioro de "la tía Pecu" obliga a cambios en la Casa Real

Pero el paso del tiempo no perdona, ni siquiera a los silenciosos pilares de la realeza. Hoy, con 82 años, Irene de Grecia enfrenta un deterioro cognitivo severo, agravado por una movilidad reducida que requiere atención médica especializada. La enfermedad de Alzheimer ha comenzado a borrar recuerdos, pero no el vínculo que la une a Sofía. Ante esta nueva realidad, la Casa Real se ha visto obligada a realizar una transformación interna: Zarzuela cuenta ahora con una suite médica personalizada para Irene, equipada con enfermeros de guardia y dispositivos de última tecnología.

Aunque ya no duermen juntas, la cercanía emocional no se ha roto. La reina Sofía visita diariamente a su hermana, permanece horas junto a su cama y coordina personalmente su tratamiento. La complicidad que nació de la necesidad se ha transformado en un acto de amor y lealtad recíproca, que pocos conocen pero que define, más que ningún escándalo, el verdadero corazón de la reina emérita.