La reina Sofía no quería estar en Marivent. Su presencia en la tradicional recepción del lunes fue una sorpresa para muchos. Hasta el último momento, no pensaba acudir. No le apetecía. No le nacía. Solo fue porque Felipe VI insistió. Como tantas veces, cedió por compromiso.
La razón oficial era el estado de salud de su hermana, Irene de Grecia. Conocida como la tía Pecu, se encuentra en una situación muy delicada. Sufre un Alzhéimer avanzado. Apenas habla ni reconoce. Sofía quería quedarse en Madrid para estar a su lado. Pero hay fuentes que afirman que eso era solo una excusa.

Marivent ha dejado de ser un lugar agradable para la reina Sofía
La otra realidad, según ha contado la periodista Maica Vasco, va más allá y no tiene que ver con su hermana. El motivo es que la reina emérita tiene miedo. Así, con esas palabras. Miedo literal.
El problema no es nuevo. Ya el verano pasado, Sofía lo decía. No quería viajar a Mallorca. Se sentía aislada. Cuando Felipe VI se va de regatas y sus hijas, las infantas Elena y Cristina mientras están los reyes, no pueden estar, se queda sola en el palacio. Una soledad que se convierte en temor. Sofía se lo confesó a sus hijas. No puede quedarse sola con Letizia, Leonor y Sofía. Ni un minuto.
La frase que lo resume todo es esta: “Les tengo miedo”. Esas fueron sus palabras, según Vasco. Sofía tiene miedo de Letizia y sus hijas. La periodista cree que si lo que ocurre en público ya es duro, lo que sucede en privado debe ser aún peor. Usa términos como "pánico" y "peligrosas". Dijo, literalmente, que “ni harta de vino” se quedaría sola con ellas.
Leonor y Sofía la tratan como a una desconocida
La periodista Pilar Eyre ha reforzado esta versión. Analizó las imágenes de la recepción. Y no se le ha escapado la frialdad de Sofía con su nuera y sus nietas. “La he visto por fotografía y lo que se ve es una señora esforzándose por mantener una sonrisa que no le apetece, los ojos son tristes, solo sonríe con la boca. Va acompañada de sus nietas, pero la cogen del brazo de una forma que se nota que no es habitual, que no forma parte de ese núcleo familiar, que no tienen trato… como cuando ayudas a una señora de 80 años por la calle porque no ve bien. La llevan de una forma forzada. Ella también sonríe de forma forzada”.
La realidad de Sofía es esa: un infierno silencioso en Marivent. Rodeada de personas con las que no tiene relación. Sin trato con sus nietas. Sin conversación con Letizia. Y con un temor creciente que ni los veranos en Palma consiguen aliviar. La reina emérita, lejos de ser una figura venerada en su familia, parece una invitada incómoda en su propio círculo.